No crean que me he vuelto apocalíptico o que surgieron en mí dotes de quiromancia, mucho menos que me crea un oráculo para ponerme a hacer predicciones futurísticas de lo que nos viene y de lo que va a pasar.
Nunca me ha gustado el lenguaje guerrerista del régimen, pero los indicadores nos dicen que la conflagración ya está aquí y que no queda más remedio que enfrentarla porque son preocupantes las noticias diarias desde los diferentes frentes que les dio por abrir para sacrificar a miles de venezolanos, mientras ellos siguen aferrados a las ubres del Estado.
Vivimos en un país donde los connacionales que no encuentran calidad de vida emigran, mientras que al resto solo les queda rogar por que los colectivos violentos, los esbirros uniformados y cuanto exterminador cooperante no lo conviertan en un daño colateral.
Esta es una guerra que estableció un perenne racionamiento eléctrico para garantizar el control en los guetos llamados zonas de paz, así a nadie se le ocurre andar deambulando; es un toque de queda en el que los únicos con salvoconducto son los funcionarios con escoltas y guardaespaldas o los del partido gobernante quienes tienen patente para permanecer en los centros de votación hasta el amanecer, sin ser agredidos, y mucho menos asesinados, por la delincuencia desbordada.
Entre otras señales de las condiciones bélicas que nos ha tocado vivir, ya nadie hace mercado, esa horripilante práctica capitalista que consistía en ir a unos locales suficientemente abastecidos, agarrar un carrito y llenarlo. Además ahora los venezolanos no levantan la mirada, no porque se deleiten con el caminar de sus mujeres, sino para cumplir una importante labor en el conflicto armado: el espionaje, ahora se escudriñan las bolsas de mercado, si es que aun las consigue.
Régimen sobremadurado
A falta de campos de concentración, decidieron construir una cárcel de 916 mil kilómetros cuadrados, en el que los ciudadanos no podemos salir por las restricciones para adquirir divisas y porque escasean los vuelos ya que le debemos a las aerolíneas hasta la forma de volar.
Lo lamentable es que esta guerra imaginaria no es contra un enemigo externo y mucho menos para defender la integridad territorial, sino que está orientada a acabar con la disidencia política, porque para el régimen madurista la oposición es un hostil contrario al que deben exterminar.
Por su parte la oposición debiera preocuparse por exigir que se cumplan las reglas, para que después no digan que quedaron subcampeones por el ventajismo y la manipulación de quienes detentan el verdadero poder de fuego, y que están dispuesto a usarlo como sí fuesen la reencarnación de Nerón, en el siglo XXI.
Ya la sobremadurez ha llegado a límites de podredumbre, descomposición, fermentación y hedor, es el momento de darlo todo para desalojar del poder a quienes nunca les ha interesado el país, se han arrodillado al poder extranjero y han apostado por la destrucción de los venezolanos.
Por supuesto que, ante un conflicto de esta dimensiones, “la resistencia” debiera dejar de lado su apetencia personal y estar dispuesta a empuñar los cañones, las bazucas, las granadas, las ametralladoras, los rifles, las escopetas y hasta las pistolas de agua, que en nuestro caso, son las protestas en la calle y la masiva participación en las elecciones parlamentarias, con reglas claras, observación internacional y la firme disposición para defender la victoria.
Llueve… pero escampa