Por el bien del país, deseo todo el éxito a las conversaciones entre el nuevo Presidente de Fedecámaras y el Primer Vicepresidente de la Asamblea Nacional, quien además es el más cercano al Presidente de la República en la 100% oficialista mesa directiva parlamentaria. Un hecho que debería ser normal se torna noticioso, cuando en vez de la cotidianidad que le sería natural, ocurre excepcionalmente y en medio de un bombardeo, tan incesante como insensato, de palabras, medidas, regulaciones y ataques a la economía privada.
Se de la capacidad y la recta intención del doctor Francisco Martínez, quien acompañó la gestión del valioso y valiente amigo Jorge Roig y fue elegido precisamente aquí en Barquisimeto, así que confío en él. Precisamente por eso, es bueno puntualizar algunos aspectos de interés.
El interés de la directiva de la Asamblea nos movería al optimismo, porque más vale tarde que nunca, si no fuera porque desde la partida, desconoce la naturaleza plural y representativa de ese órgano del poder público. No se trata de un ministerio, sino de un cuerpo colegiado, cuya nutrida minoría ha sido ignorada, acosada de distintos modos hasta la más abierta persecución. Ese desconocimiento no es buen augurio, pues tiene la misma raíz del que caracteriza al gobierno ante toda manifestación social independiente de él: empresarios de la ciudad y el campo, dirigencia sindical, medios de comunicación, universidades y partidos políticos. Actitud de la cual no son excepciones ni siquiera los gobernadores y alcaldes que opinan distinto.
Por otro lado, este súbito deseo de conversar con la cúpula empresarial, brota ya en el crepúsculo de la legislatura, cuando a los actuales diputados apenas les restan cuatro meses y medio de gestión. Si ha habido una rectificación a cuatro años y siete meses de hostilidad y, en el mejor de los casos, indiferencia, bienvenida, pero sería muy sano escucharla en alta, clara e inteligible voz, para que pudiéramos considerarla creíble, aunque su vigencia sea la de agonizante período.
Lo peligroso es que se trate de un ardid de año electoral, de esos dirigidos a anestesiar a los ciudadanos. Intento de que, luego de generarles incertidumbre y miedo, transmitirles la sensación de que “esta gente quiere conversar” y que, después de todo, no es tan urgente cambiar las cosas porque hay margen de entendimiento con ellos, y ¿para qué el sobresalto de un poder legislativo controlado por la oposición?
Ojo al truco. Hablar está muy bien y es siempre lo indicado. Pero no comerse el cuento. Y, hablando de cuentos, vale recordar el del alacrán y la rana. No es de lógica, es de naturaleza.