Los griegos creían que la historia es una sucesión de eventos que se repiten continuamente, sin avance real hacia ninguna parte. Era obvio pensar eso: su mundo cambiaba muy lentamente. Más tarde los filósofos cristianos afirmaron que la historia nos llevaba hacia la ciudad de Dios. Los marxistas afirman lo mismo, lo llaman el fin de la historia, pero ocurrirá en la forma de una sociedad comunista.
Hoy, cuando el conocimiento histórico es enormemente,nadie ha probado que la historia es una permanente repetición de lo que ya ocurrió, aunque algunas situaciones parecen repetirse, no lo hacen con el mismo libreto, en el mismo escenario, con los mismos actores ni con el mismo final. La historia no se repite, pero los hombres y sus pasiones son los mismos. Es en este sentido que Nietzsche aseguraba el eterno retorno.
Los chavistas, por mucho que griten ¡No volverán!no pueden asegurar que la oposición no volverá para gobernar pero la oposición tampoco puede asegurar que los chavistas, tras el inevitable desgaste de los gobiernos de oposición, no vuelvan al poder.
Ir y venir es rutinario en la historia política y, a veces, resulta en un gran aprendizaje para los grupos enfrentados. Me refiero, por ejemplo, al caso de la izquierda chilena, que luego del desastre de Allende y el interregno de Pinochet, retornó de un modo parcial pues no regresaron con las mismas ideas. El exilio les permitió descubrir que, contrariamente a lo que creían cuando se fueron, que es posible conciliar el capitalismo que genera riqueza con el socialismo que la reparte con criterios de justicia social. Así, evitaron repetir la experiencia allendista, que por improductiva, no ampliaba la riqueza producida y, por tanto, repartía muy poco, algo que nuestros chavistas aún tienen que descubrir.
Otro ejemplo que puede ser visto como una repetición de la historia, es la lucha entre el poder ejecutivo concentrado en un rey muy autosuficiente y el poder de un parlamento que mediante debate define los limites a las cuales el poder ejecutivo debe someterse. Un caso célebre se dio en Inglaterra con la llamada Revolución Gloriosa, a mediados del siglo 17, cuando el rey Jacobo quiso imponerse al parlamento y al final tuvo que huir. Desde entonces, Inglaterra es una monarquía parlamentaria. Una situación similar se está incubando en Venezuela: el poder ejecutivo que logró someter al resto de los poderes, hoy se ve amenazado por un grupo de partidos que quieren recuperar el poder del parlamento para limitar los desmanes del poder ejecutivo.
La victoria del parlamento se hizo sin mayores derramamientos de sangre, aunque estuvieron al borde de una guerra civil y hasta hoy han conservado un gobierno democrático. ¿Lograremos algo parecido en Venezuela?