A propósito del tema, en una de sus acepciones remite a consideraciones de orden filosófico que pone en juego el intelecto para la resolución dialéctica de las contradicciones que surgen en una unidad superior; en otro plano, traduce juicios de valor sin fundamentación científica; en la literatura tiene cabida como fuente de inspiración narrativa, sobre todo en obras de ficción; sin obviar, la relación que guarda con la formación de los precios en las operaciones comerciales o financieras que distorsionan los llamados precios reales, con base en el acaparamiento y reventa que propicia el especulador, y el consabido efecto social que ello produce.En este caso, verdaderos detonantes de crisis económicas.
Por estos días, y en nuestro ámbito, el debate que se libra en medio de la situación que vive el país y sus diversas expresiones en lo político, lo social, lo económico, lo cultural e institucional, da cuenta del grado de complejidad con el cual se asume y evidencia las distintas percepciones que sirven de base para que los diversos actores vayan definiendo sus estrategias, según sus intereses, ante lo que se avizora como un panorama que privilegia lo político electoral.
Organismos representativos del sector empresarial como Fedecámaras, Conindustria, al igual que Fedeindustria, comienzan a plantear propuestas que apuntalan la necesidad de reconstruir el aparato productivo nacional, cuestión que el propio gobierno también admite bajo el anuncio de una Comisión Presidencial para tal cometido. De buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno, reza el adagio popular.
En retrospectiva, tanto los sectores oficialistas como no oficialistas, comprometidos según sus confesiones públicas con la responsabilidad del liderazgo por el futuro del país, institucionalmente hablando, dejan de lado y no abordan abiertamente y con la claridad que el momento exige, el problema del rentismo, de la especulación, del fracaso del modelo de sustitución de importaciones que auspició el intervencionismo estatal, del modelo neoliberal que postuló el mercado, también a su turno, como coordinador de la acción gubernamental.
A lo anterior, por si fuera poco, se agrega la incapacidad y consiguiente perversión de un modelo educativo cuyos encargados de implementar esas experiencias, poco lograron, habida cuenta del tiempo generacional, en la construcción de una cultura distinta, fundamentada en las tesis de la siembra del petróleo, como lo advirtieron Alberto Adriani, Uslar Pietri, Rodolfo Quintero, Pérez Alfonzo, Briceño Iragorry, por solo citar algunos cuyas reflexiones fueron ignoradas, al momento de formular los Planes Nacionales de Desarrollo. Y estamos hablando de los nueve primeros y de los tres últimos, estos correspondientes a la etapa “revolucionaria”.
La lucha contra la permanencia y arraigo del “bachaquerismo” está en la línea correcta. No porque pueda representar una extensión de comercio informal o forma de subsistencia frente a la crisis, sino porque opera como una verdadera mafia, imponiendo el terror como práctica usual de la llamada economía subterránea e impulsa el antivalor de la especulación asociado a la ganancia fácil, del querer hacerse rico de la noche a la mañana, consustanciado con el rentismo y contrario a los valores que impulsa en nuevo paradigma del Desarrollo Humano Integral(para asombro de muchos consagrado en la Constitución Bolivariana) y la cultura de la sustentabilidad que hay que comenzar a cultivar, más allá de los logros inmediatos y efectistas que cualquier operativo electoralmente pueda arrojar.