Villacastín cuenta la historia de la musa de Rubén Darío

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En La princesa Paca, la gran pasión de Rubén Darío, la periodista española Rosa Villacastín cuenta junto a Manuel Francisco Reina la historia de Francisca Sánchez, una joven de origen humilde que se convirtió en la musa del poeta nicaragüense Rubén Darío.

«Francisca era mi abuela. Yo desde pequeña he estado escuchándole hablar», dijo Villacastín en una entrevista telefónica con The Associated Press desde España.

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Sánchez donó todo lo que tenía del poeta a la Universidad Complutense de Madrid para crear un archivo, el cual tiene más de 6.000 documentos catalogados. Villacastín ha trabajado en el archivo por más de 20 años.
«Es una historia que a mí me ha apasionado siempre, porque la he vivido desde jovencita, tanto en el plano familiar como en el plano profesional», apuntó.

Tras la muerte de su madre, a la autora le dio miedo que la historia se quedara sin contar. Sus editores le sugirieron que la novelara y una noche conversando con Reina llegaron a la conclusión de que se podría hacer a cuatro manos.

«Yo quería distanciarme de la historia, yo no quería que las emociones y los sentimientos que yo tenía hacia Francisca interfirieran en la historia, y Manuel Francisco Reina lo que ha hecho es dar esa distancia», dijo.
Sánchez murió cuando Villacastín tenía 16 años. Cuando platicaban, su abuela le decía lo que le gustaba del poeta con ropa de seda y zapatos perfectos.

«Lo que más le había llamado la atención de Rubén, era primero su palabra, cómo hablaba», relató. «Aparte del físico, era un hombre muy guapo, muy exótico, diferente a todas las personas que Francisca trataba».

La pareja vivió años en París y en esa ciudad, pese a su situación económica inestable, la elegancia que adoptó la misma Sánchez le hizo ser apodada La Princesa Paca. En esos años Rubén Darío la llevaba a todos los cafés y tertulias literarias.

«Era una mujer muy alta para su época, medía casi 1,75 (metros), muy esbelta, tenía una piel preciosa que conservó hasta su muerte, nunca se maquilló», dijo Villacastín.

Sánchez supo ser una buena acompañante para el poeta, ayudándole a inspirarse.

«Cuando él se encontraba sin ánimo de escribir ella lo que hacía era que … le bailaba, se disfrazaba, se ponía trajes, para que él recobrase la alegría», apuntó la autora sobre la táctica que usó su abuela cuando Rubén Darío escribía Marcha triunfal.

El libro incluye fotografías de la pareja y su hijo, así como imágenes de cartas originales.

«Francisca entregó todo al Archivo Rubén Darío, pero se quiso quedar con esas cartas, nueve cartas que primero heredó mi madre y que después hemos heredado mi hermana y yo», dijo la periodista.

Escritas por Rubén Darío a Francisca, en las cartas, el poeta le pide que estudie y se prepare, una constante en su relación, tomando en cuenta que al conocerlo Francisca era analfabeta.

«Lo que a mí me molestaba era que se incidía mucho primero en los orígenes humildes de Francisca», dijo Villacastín sobre otros retratos que se han hecho de su abuela. «Francisca se superó a sí misma, a ella la enseñan a leer y escribir Rubén Darío y Amado Nervo … y ¿qué mejores maestros que esos para enseñarte a leer y escribir?», apuntó sobre el también poeta mexicano con el que vivió la pareja por un tiempo.

La vida de Sánchez no estuvo exenta de dificultades. El irse a vivir con Rubén Darío sin estar casada la distanció de sus padres y la llevó a ser muy criticada.

«Era el mayor pecado que se podía cometer. Ella lo sufrió por su familia y luego sus hijos se fueron muriendo», dijo Villacastín. «A la vez que la vida o que el destino le daba una gran historia, también le castigaba o de alguna manera le daba el dolor de ir perdiendo a sus hijos».

Sus hijos con el poeta murieron de pequeños por enfermedades. La mayor de varicela, el segundo de una gripa, la tercera recién nacida. El cuarto sobrevivió la infancia pero murió antes que Francisca en México, donde está enterrado, también por una enfermedad.

Rubén Darío murió en Nicaragua en 1916 a causa de los estragos de su alcoholismo. Estaba lejos de Francisca y su hijo.

La madre de Villacastín fue producto del segundo matrimonio de Sánchez. Curiosamente el segundo esposo de Sánchez, José Villacastín, dedicó toda su fortuna a rescatar la obra de Rubén Darío.

«Podía haber tenido celos, pero era tal la admiración que tenía por Rubén Darío que a él no le importó», dijo la autora.

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