A diferencia del Caracazo de 1989, ahora en Venezuela el estallido social se convirtió en la cotidianidad y en una especie de tortura permanente que mezcla la escasez, la inflación y la represión en una fórmula letal que tiene al pueblo rendido ante la peor crisis de nuestra historia. No son ya noticias los saqueos, los enfrentamientos entre ciudadanos que compiten en las colas del hambre, ni la actuación desmedida de los militares. Ese es ya el día a día venezolano que solo promete empeorar a falta de un gobierno capaz de rectificar y tomar las medidas económicas que requieren las circunstancias.
Cuando esto pasó en Cuba luego del colapso de la Unión Soviética, al menos los Castros lo llamaron el “período especial” y lo justificaban con el bloqueo gringo. Pero aquí ni eso, a la miseria la llaman “patria” y el Gobierno se cree potencia, a pesar de que el pueblo sufre todos los días para poder comer. No admiten la crisis, ni prometen ya soluciones. Simplemente condenan al país a la pobreza, mientras la nueva oligarquía de enchufados se reparten los dólares de nuestro petróleo.
Durante la campaña electoral de Estados Unidos que ganó Clinton en los noventa se hizo famosa la frase “es la economía, estúpido” con la que lograron centrar el debate en los temas domésticos y no en la política extranjera. Pero en Venezuela debemos decirlo al revés para que se entienda que no se trata ya de medidas económicas sino del cambio del modelo político. “Es la política, estúpido”, es la consigna para quienes todavía creen que el chavismo puede rescatar la economía con tal o cual medida. De esta crisis solo se sale creando más oferta de bienes y servicios para lo cual es necesario incentivar y promover la inversión privada; cuestión solo posible generando confianza, seguridad jurídica y respeto a los derechos constitucionales como el de propiedad. Algo que no será nunca capaz de hacer Maduro ni ningún otro “revolucionario”. Así que el problema es en el fondo político y la solución no es otra que el cambio de régimen, por eso ganar la Asamblea es vital. Solamente una derrota electoral los hará reaccionar. Por eso debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para fortalecer la unidad democrática y sus candidatos que deben comenzar el cambio estructural en el nuevo parlamento.
Mientras tanto el pueblo está en su derecho a protestar, como decía el mismísimo “supremo”. ¿O no?
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.