Tres líneas en Lara han sido afectadas en la entidad por una organización delictiva del Zulia, que procede a llevarse los carros de aquí, los roba en Maracaibo y los pasa a Colombia. Una de sus víctimas rompió el silencio, porque indica que ya no le importa el carro, pero sí quiere que otros compañeros tomen previsiones porque saben que como era su caso, el carro era su única herramienta de trabajo.
El taxista comenzó a relatar lo vivido. Indicó que llegó un Fiat Siena gris, del cual se bajó una dama quien había llegado al aeropuerto buscando un pasaje al estado Zulia. Como no se vendían, ella solicitó una carrera a la línea del Aeropuerto. El taxista que la llevaba se excusó y dijo que tenía los cauchos malos y por eso no podía hacerle la carrera.
Le solicitaron 10 mil bolívares. Ella accedió y antes fue a tomar un café. Preguntó al chofer si quería algo. Se trataba de una mujer de al menos 1,64 metros de estatura, morena, bien vestida, se montó en el asiento de adelante y su maleta atrás.
En el camino iba llorando. Al llegar a Tintorero, el chofer le preguntó si quería que se pararan. Ella le contó que su hija estaba enferma, casi desahuciada, y necesitaba estar con ella.
El taxista, quien prefirió no develar su identidad por temor, avisó a su esposa que iba a hacer el viaje y en la tarde regresaría para compartir el Día del Niño con sus hijos.
Pero la realidad fue otra: cuando llegaron a Maracaibo, la dama le pidió que se metiera en una comunidad que queda en el sector Curva de Los Molinos. De repente vio a dos sujetos armados: uno apuntaba de frente y otro de lado. La mujer se transformó, le apagó el carro, sacó las llaves, le pidió que desbloqueara sus telefonos y que además se bajara del carro.
Allí lo pasaron para la parte de atrás y le apuntaron a la cabeza. A la mujer la dejaron en un sitio y siguieron rodando con él.
Se metieron a una vivienda en donde lo pasaron a otro vehículo. Le taparon su rostro y dos sujetos armados lo custodiaban mientras otros revisaba el vehículo. Sentía ruido de niños, música… estaba en el patio de una casa de familia, pero dentro de otro carro.
El taxista pensó en enfrentarse, pero también le suplicaba que no se llevaran el carro que era su herramienta de trabajo, pero al ver que se lo llevaban supo que perdía las esperanzas.
Cinco horas pasó con los delincuentes y ya al transcurrir el tiempo, sólo pensaba en su vida. Lo soltaron cerca de una quebrada y le dieron 500 bolívares para el pasaje. El taxista caminó hasta los Bomberos pero no dijo nada, porque pensaba que lo seguían. Luego se movilizó hasta donde pudo y avisó a su esposa quien ya presentía que algo sucedía.
Hasta ahora nadie lo ha llamado para solicitar rescate y su vehículo no ha sido recuperado.
Una mujer, con las mismas características, tres días después abordó un taxi en la línea Maranatha y según tuvieron conocimiento se cometió el mismo robo, pero supieron que el vehículo fue sacado hasta Colombia.
Así mismo le pasó a otro compañero del Sambil, aparentemente a él lo abordó una dama con dos niños.
Los transportistas están tomando sus propias medidas porque sienten temor que se vuelva cotidiano y más que esa es su herramienta de trabajo. Por ahora el taxista que narra su historia se encuentra un poco desesperado porque debe mantener a sus hijos y a esos delincuentes poco les interesa dañar un hogar con sus acciones.