Rescatar un sentido de país. Recuperar los contrapesos institucionales del poder. Intentar que el debate político sea más deliberación y argumento y menos insulto o puñetazo, más tolerancia y diálogo y menos persecución o amenaza. Legislar sobre los graves y urgentes problemas del país y no sobre temas con olor a capricho o insensatez. Lograr una más acabada y real representación del escenario político del país, y de las propuestas, necesidades y liderazgos locales y regionales que intentan abrirse paso ante quienes se oponen al cambio. Cumplir con las funciones de fiscalización y control que el orden constitucional y legal le confiere, especialmente de las actuaciones del Poder Ejecutivo. Ser menos circo decadente del radicalismo o caja de resonancia de la élite gobernante, y más ejercicio democrático y soluciones que la nación demanda.
La lista de razones para ir a votar el próximo 6 de Diciembre, pasa necesariamente por la necesidad de rescatar al Poder Legislativo del estado de anomia, inercia y postración al cual la mayoría oficialista lo ha conducido. El balance de este periodo legislativo de 5 años es triste y lamentable, y pese a la presencia de diputados de oposición, las limitaciones, coacciones, trabas y presiones al disenso y al ejercicio pleno de la función parlamentaria, pudiera quizá resumirse en la frase :”Ni lavan ni prestan la batea”.
Acude el gobierno y el PSUV a una elección con los niveles históricamente más bajos de aprobación o aceptación popular según varias encuestadoras, pero al mismo tiempo con el consabido arsenal de ventajismo, recursos, “sorpresas”, inhabilitaciones, juicios y decisiones que, fuera de toda legalidad, intentarán evitar una posible debacle. Acude la oposición y la MUD con una tarjeta única, y un favoritismo expresado en una brecha considerable sobre el oficialismo en la opinión de quienes acudirán a votar, que quizá no es mayor por las dificultades propias de una dinámica política de diversas visiones y acciones ante una administración que la ha criminalizado.
La gravedad de la situación económica, generada por un modelo que no cree en la empresa e iniciativa privada, con un control de cambios mantenido con el único argumento posible de las mafias de alto vuelo que siguen beneficiándose del diferencial por venta en el mercado negro, que ha malbaratado y robado miles de millones de dólares, aferrado a controles y regulaciones de precios y costos, alentador de una estatización que ha destruido y desnaturalizado la producción y funcionamiento de muchos sectores económicos del país, que insiste en la delirante y suicida decisión de expropiar y destruir empresas productivas del sector alimentos, bajo el argumento de construir “casas” o “empresas” o “comunas” , destruyendo así empleos y cadenas de trabajo, será la verdadera protagonista de una campaña electoral sui generis.
El cambio es la ruta que guiará a muchos a ejercer su voto. La permanencia del actual cuadro nacional, alentará a otros tantos a sufragar. Aunque no lo sepan, los próximos meses el país oscilará entre esas dos opciones: una ruta, y un abismo.