Cuarenta y ocho horas antes, las lágrimas de Wilmer Flores plasmaron el grado de tensión que vive un pelotero ante la cachetada que significa un brusco cambio de equipo.
También evocaron la memorable escena de una película de Tom Hanks sobre una liga femenina durante la Segunda Guerra Mundial: en el béisbol no se llora.
Pero en definitiva, el infielder venezolano de los Mets de Nueva York encarnó mejor que nadie la agitada semana previa al cierre del mercado de traspasos sin restricciones.
Protagonista del que se debe considerar como el mejor cambio que no se concretó, Flores bateó el viernes el jonrón en la parte baja del duodécimo inning para una victoria 2-1 sobre los Nacionales de Washington, el equipo al que los Mets persiguen por el banderín en el Este de la Liga Nacional.
Fue una semana en la que un club como los Astros de Houston, que promedió 104 derrotas en los últimos cuatro años, decidió poner toda la carne en el asador al encontrarse marcando el paso en su división.
«Tenemos la oportunidad de ganar este año. Tendremos la oportunidad el año próximo. Estamos sacando provecho», dijo el gerente general Jeff Luhnow tras las adquisiciones del abridor Scott Kazmir y el jardinero Carlos Gómez.
Toronto no acude a una postemporada desde que el jonrón de Joe Carter les dio el título en el último turno del séptimo juego de la Serie Mundial de 1993. Con la continuidad de su gerente Alex Anthopoulos en entredicho después de esta campaña, los Azulejos sacrificaron a sus mejores prospectos al incorporar un as para la rotación (David Price), reforzar el bullpen (LaTroy Hawkins y Mark Lowe) y robustecer la mejor ofensiva de las Grandes Ligas en producción de carreras y slugging con el torpedero activo en la posición (Troy Tulowitzki) poseedor del OPS más elevado con .886.
Pero el episodio de Flores el miércoles en el Citi Field indica que el factor humano siempre está latente. No siempre se puede reaccionar de forma estoica, y cuando se trata de alguien que firmó con la organización a los 16 años, o sea el equipo de toda su vida.
El venezolano fue tal vez el último individuo en enterarse que circulaban versiones de que había sido transferido a Milwaukee por Gómez, y se quebró a llorar cuando lo supo de fanáticos en pleno juego. Pero el canje fue abortado a último momento, cuando los Mets habrían descubierto una dolencia en una de las caderas de Gómez y lo cual provocó desmentidos de su agente Scott Boras y el gerente de los Cerveceros Doug Melvin. Gómez recaló en Houston sin problemas.
Al final de cuentas, el bate que los Mets obtuvieron para encarar los últimos dos meses de la temporada regular fue el de Yoenis Céspedes, sin tener que desprenderse de Flores, de 23 años. Al acercarse al plato tras su jonrón decisivo, Flores entendió mejor que nadie la magnitud del momento, arrojando su casco por los aires y dándose golpes al pecho antes de ser recibido en el plato por sus compañeros. De tener su titularidad como torpedero cuestionada toda la campaña, los fanáticos salieron del estadio coreando su nombre.
«¿No podría haber ocurrido en un mejor momento a una mejor persona en una situación tan importante como esa?», manifestó el piloto de los Mets Terry Collins.