Este gran escritor larense es lamentablemente poco conocido y valorado por nuestras generaciones. Ezequiel Bujanda es de aquellos ilustres personajes que si bien no nació en El Tocuyo podemos y estamos obligados a considerarlo como tocuyano, allí vivió casi toda su vida y dio fruto a una generación que hasta hoy lleva orgullosa su apellido, entre ellos destacan profesionales en diversas áreas, connotados músicos y hombres de letras. Nació el 25 de julio de 1865 en Cabudare, estado Lara, allí estudia sus primeras letras en el Colegio de Juan de Dios Meleán, luego sus padres Pablo Bujanda y Carolina Hernández lo llevan a El Tocuyo a estudiar en el Colegio la Concordia del maestro Don Egidio Montesinos, siendo parte de la segunda promoción de bachilleres de dicho colegio en 1880, en la misma que se gradúa José Gil Fortoul, con quien le tocó compartir la misma generación. De allí sale a Barquisimeto y luego a Caracas a cursar estudios de medicina. Luego de obtener el Título de médico, en 1894, se regresa nuevamente a El Tocuyo en donde además de ejercer su profesión, fundó la primera empresa telefónica, la primera fábrica de cigarrillos, fue hacendado, dueño y administrador de dos farmacias (Botica Central y del Carmen). Así mismo desempeño cargos públicos, siendo presidente del Concejo Municipal en 1905 y diputado ante la Asamblea Legislativa en los años siguientes. En esta ciudad se casa en 1897 con Juana Yépez Borges, donde por cierto residió la mayor parte de su vida; en una casa que constituía una especie de ateneo, frecuentada por notables intelectuales, tales como Egidio Montesinos, Pío Tamayo, Roberto Monasterios y Julio Alvarado. Su primer poemario se publicó en 1.896 en talleres Tocuyanos que dirigía Rafael Rodríguez, venciendo la proverbial resistencia de Bujandaa editar su producción literaria, lo que obligaba a sus amigos a sustraer subrepticiamente algunos de sus poemas para publicarlos en la prensa local. Al reverso de varios de sus récipes fue ubicado uno de sus últimos poemas titulado “Fuego Latente”, escrito de puño y letra poco antes de su muerte.Su labor literaria fue llevada a varios periódicos de la época y plasmada en un libro de poemas. Su poesía es considerada de la más lírica y perfecta del país, solo comparada con las de un Udon Pérez y Carlos Borges, entre otros.
Hotras blancas
Lo mismo blanca, lo mismo rubia,
bien de la China, bien de la Nubia,
ya de Circasia, ya del Japón;
bien como un ángel que al cielo toca
bien como el hielo, la dura roca,
bien la más dulce de corazón:
de todos modos yo te querría,
de todos modos profesaría
el mismo culto, la misma fe;
que no fué el bello contorno puro,
ni esas tus formas de mármol duro,
ni tus misterios, lo que yo amé!
Que no fue el eco del blando acento,
que no fue el brillo de tu talento,
que el alma dulce tampoco fue;
que yo te quise, no por ser bella,
no por ser blanca como una estrella,
que yo te quise … no sé por qué!
No fueron causa tu simpatía,
ni tus miradas de claro día,
ni el lirio blanco del breve pie;
que yo te quise desde ese día
con todo el fuego del alma mí,
con toda el alma… no sé por qué!…
PedroRodríguez Rojas – Janette García Yepez