Cunill Grau invita a reconstruir los paisajes soterrados de Barquisimeto

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Pedro Cunill Grau, ha recorrido la “anchura insigne, la espaciosa miel venezolana” que cantó el poeta Neruda, su paisano.

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Como Neruda, Pedro Cunill Grau ha transitado El Tocuyo “hijo de harina” y ha visto el “pabellón de besos amarillos” que da el araguaney. Por eso, y por su gente, Cunill Grau se enamoró de Venezuela y la tomó como suya, como su otra patria, la que comparte con su Chile natal.

Hace más de tres décadas llegó y se quedó este maestro formador de cientos de geógrafos e historiadores de oficio, alumnos suyos en la Escuela de Geografía de la Universidad Central de Venezuela.

Cunill Grau es integrante -como Individuo de Número o como académico-, de las academias de Historia de Venezuela, Chile, España, Guatemala, Argentina y Colombia. Es, además, miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras.

Este hombre es una combinación de sabiduría, bonhomía y honradez, por eso lo quieren acá y afuera, aunque sus afectos los sembró en Venezuela. Cunill Grau fue homenajeado por los investigadores de la escuela que dirige otro maestro, el historiador Reinaldo Rojas, con la Placa Marc Bloch en el VI Congreso Internacional de Ciencias Históricas, celebrado recientemente en Barquisimeto. Allí, este intelectual chileno-venezolano disertó con un nutrido grupo de estudiosos del pasado acerca del oficio geohistórico y les conminó a rescatar los “paisajes soterrados” que tiene el territorio que hoy ocupa el estado Lara.

Cunill, defensor del “matrimonio entre la Geografía y la Historia”, conminó a los presentes a aprovechar el potencial de desarrollo que tiene Lara, a través de lo que él llama la “geografía humana aplicada”. Es un llamado a los oficiantes de ambas ciencias, pero también a los comerciantes, a quienes dirigen la ciudad y el Estado, a los empresarios.

Los retos de un sabio

Varios son los retos que nos plantea. El primero, hacer exposiciones volantes de la cartografía de los siglos XVI al XIX. “Por ser Barquisimeto una encrucijada de pueblos y caminos ha sido muy cartografiado desde la época colonial; sin embargo, las versiones de esos mapas no están al alcance de mucha gente”. Por ello, propone también la edición de un Atlas regional que contenga los planos de la Nueva Segovia de 1579, de 1568 y el manuscrito realizado en 1574 por Diego Hernández de Serpa. “Incluiría el plano de 1634 depositado en el Archivo de Indias, cuando lo vi en Sevilla me emocionó, porque es un mapa premonitorio. Hay otro mapa de Juan de La Cruz de Olmedilla publicado en 1775 por orden del Rey de España. Doné una copia a la UCV, tengo entendido que está abandonada allá, bueno que la traigan para acá”.

Legado aurífero pre hispánico

El segundo reto: lograr la difusión y comercialización del legado aurífero pre hispánico. A la usanza de los colombianos, que producen réplicas de las piezas del Museo del Oro de Bogotá, hacer lo propio con lo que describen los documentos del viejo Barquisimeto. Cunill destaca el testimonio del conquistador alemán Nicolás de Federmann, “quien se asombró de la cuantía de los trabajos en oro de orfebres caquetíos. Significa que eso era muy importante, no era habitual… ¿Cuál es el legado de ese oro que aquí existió? …Encontré un documento que es fundamental: la descripción de lo que fundieron los españoles del oro de esos indígenas. Objetos ceremoniales, carátulas, carcicaris, anillos, orejeras, figuras de animales, reptiles, aves, peces, zoonios, todos machacados y fundidos. De allí no quedó nada, salvo el recuerdo y una sola pieza que he encontrado hasta ahora”.

Rescatar la vegetación xerófita

El tercer desafío de Cunill, es rescatar por medio de granjas experimentales los focos ancestrales de formaciones vegetales xerófitas. Que la gente conozca y deguste “la herencia de la recogida de raíces como el guaco, el cardón del denominado dato, el cardón de la lefaria, la pitahaya y otras frutas y varias plantas cactáceas ¿Quién conoce en Venezuela la pitahaya larense? Casi nadie, ¿dónde se recogió? Aquí ¿A dónde se llevó? A Colombia, a Ecuador, allá se ha convertido en uno de los cultivos más importantes… ustedes tuvieron una nuez, la única nuez venezolana”.

Los paisajes del cocuy

El cuarto reto es rescatar los paisajes del cocuy, la bebida. Acá invita a la iniciativa privada para establecer una ruta de producción y consumo, y retomar la idea de Alberto Pérez de erigir un museo del cocuy en Siquisique. “Es un producto único a nivel mundial, comparable al pulque mexicano, no hay otra opción como esa en el país. Quedó escrito en 1579, con su método de preparación, nada menos que por Diego Fernández de Oviedo. En el siglo XIX, ganó premios en la Universidad y en 1883, dijo el científico Adolfo Ernst que es un buen licor que no se aprecia en el primer trago sino después. Durante años, estuve tratando de conocerlo, me fue imposible; se lo pedí a Manuel Caballero, a Guillermo Morón, todos me hablaban de las bondades del cocuy, pero nadie me lo daba a probar. Hoy ya es posible”.

La diversidad artesanal

El quinto reto del que habla Cunil Grau es el de establecer micro paisajes de diversidad artesanal. “¿Por qué no ser audaces y reconstruir los lugares de los arrieros y comerciantes de mulas del antiguo Barquisimeto? ¡Encantador! …y que se vendiera los productos allí, como se hacía antes. Ustedes podrían instalar sitios de recuas, exhibición de obras, zapaterías, talabarterías, chinchorros, hamacas. Algo de buen gusto, como en República Dominicana, nuestros hijos y nietos tocando esos animales, y los mayorcitos comiendo un pedazo de queso de cabra y bebiendo un traguito de cocuy. El mejor queso parmesano es el de Barquisimeto, es comparable al italiano. Ahora que se insiste tanto en los aportes del pueblo, aquí no se ha reconstruido la geohistoria de los talleres de las barquisimetanas que trabajaban en las destilerías y en otras unidades textiles. El café se sacaba en los sacos de fique tejidos por ellas ¿dónde está la memoria de esas mujeres? Cientos de ellas murieron explotadas en esas fábricas”.

Otros desafíos

El historiador propone otros desafíos: reconstruir una mansión barquisimetana del siglo XIX con su mobiliario y una mina de sal terrestre que hubo en la ciudad. “Una ventana al pasado, un centro histórico. Saber cómo vivían, qué degustaban. Poco se sabe que Barquisimeto fue un centro importante para la elaboración de la sal terrestre. Nunca entendí eso hasta que fui a Ecuador y tuve la suerte de ver cómo se extraía”.

Cierra su serie de retos con el rescate del paisaje soterrado de los olores y sabores del pasado. “Esta zona tuvo fuertes corrientes de mestizaje cultural, integración de productos, consumo y tráfico comercial alimentos, sabores, olores, medicinas; se puede investigar y retomar las rutas del cacao, de la caña de azúcar, del café, estos fueron parajes también de la vainilla y la canela, indispensables para acompañar al chocolate. Vainilla de Barquisimeto, canela de Barquisimeto, un legado importantísimo que hay que rescatar. Ustedes huelen diferente, hay plantas de las que se extraían perfumes. Retomen eso”. Cunill Grau, como Neruda, quedó encantado con “el parto de la geología” y el “corazón interminable” de Venezuela.

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