Hace 40 años Venezuela nacionalizó su petróleo, su hierro, su gas, creó el Sistema Nacional de Orquestas infantiles y juveniles, el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho por medio del cual decenas de miles de nuestros jóvenes estudiaron en las mejores universidades del mundo, se creó el Fondo de Inversiones de Venezuela, ente encargado de financiar los grandes proyectos que garantizarían el desarrollo del país.
Se crearon decenas de universidades, institutos politécnicos y tecnológicos, se construyeron miles de kilómetros de carreteras y autopistas, liceos, escuelas, hospitales, hogares de cuidado diario, guarderías infantiles, comedores escolares y populares, iniciativas todas éstas que habrían servido para configurar una nación de progreso permanente que debía garantizar un nivel de vida excelente para la población. Pero ¿qué tenemos hoy?
¿Están acaso los venezolanos más preparados al frente de las posiciones de responsabilidad?¿Es Venezuela una cantera de músicos profesionales propiciadores de la sensibilidad y el buen gusto en la población, que nos equiparen con los países del primer mundo?¿Es Venezuela un país cuya producción petrolera tiene un rango de importancia dentro del mundo del petróleo?¿Nos sirve de algo decir a los cuatro vientos que somos “el país con las mayores reservas de petróleo del mundo”?¿Somos acaso un país con reservas internacionales de divisas que soporten el peso de nuestra economía?¿Nuestra producción de alimentos, medicinas, bienes e insumos es acorde con las necesidades de la población? Son preguntas sencillas, sin embargo las respuestas nos llenan de tristeza, de dolor, de desesperanza y desasosiego. Debemos recordar que Israel no tiene tierras cultivables, ni agua dulce suficiente y además está rodeado de naciones enemigas y a pesar de ello producen alimentos suficientes, tecnología de punta que les permite desalinizar el agua del mar y sembrar alimentos como el trigo que requieren condiciones especiales para darse. Japón es otro caso ilustrativo de un país que, sin las riquezas abundantes que la madre naturaleza derramó sobre Venezuela es una potencia mundial en productividad, producción y tecnología.
Los ejemplos son muchos, sin embargo en ninguno de los países que marchan a la cabeza de la humanidad se permite que nulidades engreídas ocupen cargos de importancia vital para esas naciones, y si lo hacen su influencia en la toma de decisiones es escasa. En Venezuela ocurre todo lo contrario, mientras más incompetente y ladrona es una persona, mayores responsabilidades se le otorgan. Esa es a grandes rasgos la razón del suicidio que como país estamos experimentando.