Sorprende al mundo el Papa Francisco con su visión y liderazgo alrededor de lo que significa la gerencia de la organización que le ha tocado, en el contexto actual. Hay algunos aspectos que parecen indicar que la manera como lo asume es proclive a una lectura adecuada del entorno. Algo de lo cual no pueden presumir, muchos de quienes tienen esa responsabilidad, tanto en el sector público como privado, incluyendo las denominadas instituciones del tercer sector.
No estamos hablando de cualquier organización, en términos abstractos. Se trata nada más y nada menos que de la Iglesia. Con una particularidad excepcional: una fe, una ideología, una religión, bienes y riquezas acumuladas a lo largo de la historia milenaria que la rodea y que, merced al poder que logró atesorar, recibió de Benito Mussolini, así como usted lo lee, el reconocimiento de Estado Vaticano, mediante el Tratado de Letrán, en 1929. Un Estado dentro de la República Itálica. Equivale a reconocerle su condición de jefe de gobierno, algo que para muchos pasa inadvertido, a la hora de evaluar su gestión en el nuevo orden internacional que se va conformando, donde la incertidumbre, la complejidad y el caos están al día.
Nada fácil para quienes administran, las condiciones bajo las cuales lo hacen. Sobre todo cuando no tienen conciencia de lo que hacen. Ello incluye desde lo doméstico hasta lo trasnacional. En otras palabras: Una comunidad como es la familia hasta la Comunidad Europea. Una pequeña, mediana o gran empresa. Una entidad federal. Un país. Descubrir que vivimos en la sociedad del riesgo y que el cambio es la constante, no está en el formato y la mentalidad del gerente tradicional. Incapaz de captar las transformaciones que están ocurriendo porque no son formados ni en la Academia ni en la “Universidad de la Vida”, para lidiar con lo imprevisto. El hipervértigo trastoca las decisiones rutinarias y no lo entienden.
El diagnóstico que hizo el Papa Francisco acerca de la organización que dirige y las propuestas para enfrentarlas, fue hecho público a la “curia romana”, en su mensaje de navidad, en diciembre pasado. Sus críticas mostraron las 15 enfermedades de la Iglesia y llamó a su equipo a un “examen de conciencia”. Entre ellas, y a manera de referencia gerencial, citamos:
1. Sentirse indispensable, equivalente a imprescindible o “inmortal”, “inmune”. Por lo cual, advirtió que “Una visita a un cementerio nos podría ayudar a ver los nombres de tantas personas que pensábamos que eran inmortales”.
2. Excesiva laboriosidad, propia de quienes se sumergen en el trabajo descuidando otros aspectos de la vida.
3. Fosilización mental y espiritual, propia de quienes pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia y se convierten en verdaderos burócratas.
4. Mala coordinación, cuando los miembros pierden la comunión entre ellos mismos y se pierde la funcionalidad armoniosa.
5. Divinizar a los jefes, enfermedad que padecen quienes cortejan a los superiores esperando obtener su benevolencia. Son víctimas del afán de hacer carrera y del oportunismo.
6. Indiferencia hacia los demás, cuando cada quien piensa sólo en sí mismo y pierde la sinceridad y el calor de las relaciones humanas.
7. Cara de funeral, típica de aquellas personas hurañas y ceñudas, que tratan a los demás con severidad, rigidez, dureza y arrogancia.
8. Acumulación: afán de atesorar bienes materiales, no por necesidad, sino solo para sentirse seguro.
9. Círculos cerrados: especie de virus que se propaga sin darse quienes lo propician que “Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado”.10. Beneficio mundano, propio de quienes tratan de multiplicar poderes calumniando y desacreditando a los demás.
Vivimos en una sociedad organizacional. Además, sostenemos que cada quien gerencia su conocimiento y su comportamiento. Saque sus propias conclusiones.