En anteriores artículos de reflexiones en positivo, me referí al país Japón, sus habitantes y el reconocimiento que se tiene tanto del país como de su gente. Igualmente lo hice por mi país Venezuela, sus habitantes y el reconocimiento que se tiene tanto del país como de su gente. La historia pasada de cada uno de ellos es totalmente diferente, la naturaleza también ubicó a estos dos países totalmente diferentes, mas hay que reconocer que los dos viven en el mismo tiempo del siglo XXI, y es aquí donde voy a analizar quiénes son ellos y quiénes somos nosotros.
A Venezuela, mi país, su país, el Todopoderoso y Creador nos lo hizo inmensamente rico, un millón de kilómetros cuadrados constituidos por todo aquello que tiene valor para que funcione la humanidad y como venezolano común y corriente manifiesto lo que nos enseñaron a decir: “Venezuela es un país inmensamente rico”. En ese territorio que tenemos los venezolanos actualmente es el mismo que tenían los indígenas cuando llegaron los españoles y me pregunto: ¿Esos indígenas vivían como burgueses, como burócratas y tenían todo a su alcance, porque ese territorio es rico?; la respuesta se la dejo a mis lectores.
Ese país, Japón, es un país de gran riqueza natural constituido por islas, quizás a los japoneses no se les ha enseñado que ese país es rico, por el contrario se les ha enseñado que la riqueza del país es la capacidad de su gente para trabajar y producir los bienes y servicios que se necesitan tanto para el manejo del gobierno como para el manejo de la población, tal vez esas leyes japonesas no dicen: El Estado está en la obligación de hacer casas para sus habitantes, el Estado está en la obligación de dar la salud, el Estado está en la obligación de dar y más dar, por el contrario se habla del gobierno como un representante pasajero del Estado, está en la obligación de administrar los recursos que recoge como impuestos del trabajo y producción de sus habitantes y esto no es otra cosa que una manifestación de ciudadanos ricos y gobierno pobre; aunque el Estado sigue siendo inmensamente rico.
En algunas oportunidades hoy el Estado está en la obligación de limpiarme las calles porque para eso pago impuestos, ¿cuáles impuestos?, ¿qué producen?, y cuando se llega al punto real de la exigencia, ¿qué pasaría si estos gobiernos no tuvieran el ingreso petrolero?
Por estas dos comparaciones tanto política como económica, los economistas y políticos tienen literatura para llenar muchas bibliotecas, como ciudadano normal tengo que manifestar que Venezuela es un territorio inmensamente rico y que como tal cambiar energía por productos tangibles o por productos que satisfagan las necesidades básicas del ciudadano común y que a la vez permitan satisfacer otras necesidades adquiridas, pero que igualmente satisfaga las necesidades de la burocracia gubernamental e igualmente Venezuela es un país con una población inmensamente pobre, todo ello producto de no habernos enseñado a producir y quien aprendió a producir lo que encuentra en su camino es piedra y trabas, pero aun así no pierden las esperanzas.
Ojala que el mensaje de más de los 700 delegados de la 71ª Asamblea de Fedecámaras sea de productividad, de apertura al diálogo y convenza a quienes son especialistas en trabas que es haciendo y no deshaciendo que se construye un país. Copiemos a Miguel Ángel: “Zapatero a su zapato y la guitarra para los músicos”.
Unidos todos por el Sistema de Riego Yacambu y el Ferrocarril de la Región.
@JGMendozabarqto