A dos meses de su viaje a Estados Unidos y tras su encíclica que denuncia el sistema económico mundial, el papa Francisco se ganó nuevos enemigos con sus recientes llamados desde Sudamérica para que el mundo «cambie» el sistema y sus estructuras.
Numeroso conservadores estadounidenses, los llamados «neocons», entre ellos católicos practicantes, no logran digerir las palabras del papa cada vez que habla de economía y lo desdeñan por considerarlo marxista y comunista.
Al volver a su natal Sudamérica al inicio de julio, ante representantes de los movimientos populares reunidos en Bolivia, Francisco renovó sus críticas a las desigualdades, a la «avidez desenfrenada por el dinero», a la «dictadura sutil» que condena y esclaviza a hombres y mujeres y al «nuevo colonialismo» enraizado con el sistema económico.
«Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, ni lo aguantan los pueblos… y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra», clamó el pontífice.
El papa argentino pidió a las bases del mundo una suerte de revolución, una revolución social, lo que irrita profundamente a los estadounidenses.
«Santidad, los Estados Unidos ven esas críticas al sistema económico como una condena a su modo de vida. ¿Qué responde a ello?», le preguntó una periodista durante el vuelo de regreso de Paraguay a Italia y el Vaticano.
«Lo que he dicho no es nuevo. Lo dije en la encíclica Evangelii Gaiduim: ‘ésta economía mata’. Lo he dicho también en la encíclica ‘Laudato Si’. No es nuevo. Se sabe. Supe que se han hecho algunas críticas en Estados Unidos. No las he leído ni tenido tiempo para leerlas. Cada crítica debe ser estudiada y luego iniciar el diálogo», respondió.
Para los vaticanistas, Francisco respeta simplemente la doctrina social de la Iglesia, cuyas bases fueron lanzadas a finales del siglo XIX por el papa León XIII, quien preconizaba salarios justos y el derecho a organizar sindicatos, aunque rechazaba vigorosamente el socialismo y mostraba poco entusiasmo por la democracia.
Sin embargo, todas esas críticas comienzan a pesar sobre el viaje a Estados Unidos, que se presenta cada vez más complejo, sobre todo después de su paso por Cuba, etapa confirmada recientemente, donde se reunirá con Raúl Castro, quien ha demostrado una particular admiración hacia el pontífice latinoamericano.
El hombre más peligroso del planeta
Para el comentador de la cadena de televisión estadounidense Fox News, Greg Gutfeld, Francisco es hoy por hoy «el hombre más peligroso del planeta».
El pontífice que viene del sur, que ha vivido junto a los pobres y desheredados, que considera que la lucha contra la pobreza y defensa del medio ambiente está profundamente entrelazada, tomó posición sobre temas específicos, al pedir que se sustituya el petróleo y el carbón por energías renovables, lo que naturalmente molesta al poderosa lobby del petróleo y pone en cuestión el modelo de vida de ese país.
Al tachar a las multinacionales de ser las «depredadoras» del planeta y de ser responsables del uso insensato de la tierra, Francisco acumuló aún más poderosos enemigos.
Instrumentalización
Los críticos más agudos del papa lo acusan también de haberse dejado «instrumentalizar» por los gobiernos izquierdistas de Bolivia y Ecuador, algo a lo que al parecer no le otorga mayor importancia.
«Todo puede ser instrumentalizado. Hay que tener siempre en cuenta el contexto. La hermenéutica», explicó a los periodistas.
Comentando el regalo que le hizo el presidente Evo Morales, quien le obsequió un crucifijo de madera con la forma de la hoz y el martillo, elaborado por el cura Luis Espinal, un jesuita de extrema izquierda asesinado en 1980, Francisco declaró: «Para mí es arte de protesta, no es ofensivo».
El papa mencionó a uno de los grandes artistas argentinos de su país, León Ferrari, premiado por la Bienal de Venecia, cuya fuerte crítica a la Iglesia católica causó gran controversia en Argentina, generando un intenso debate sobre arte y libertad de expresión en el que estuvo involucrado el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio.