Decir que Angry Birds, no sólo como juego sino como franquicia, no es lo que era, suena demasiado fácil. Pero no siempre fue así: hubo un tiempo en el que la franquicia vivió el sueño del nuevo rico. De pronto todo era brillante y reluciente.
De repente, películas de animación, tiendas propias en las mejores calles del mundo, amistad con Star Wars. Pero el dorado se agotó. Angry Birds estiró tanto su suerte que al final se despertó con una resaca de éxito que estaba muy lejos de ser sostenida en el tiempo.
Despidos en Rovio, una caída brutal de sus ingresos y beneficios y un público que estaba literalmente harto de seguir jugando a tirar los pájaros, por mucho que estén disfrazados de Darth Vader.
Con el lanzamiento de Angry Birds 2 dentro de dos semanas, Rovio abandona totalmente el pago por juego para abrazar el modelo de jugar gratis con micropagos.
Las sensaciones respecto a la segunda entrega completa de Angry Birds son encontradas. Por un lado, Rovio supo perfectamente encajar un juego de mecánicas sencillas y planteamiento interesante para móvil, en un momento en que todos estaban intentando llevar juegos excesivamente complejos de consolas portátiles a smartphones.
Sea como fuere, el tiempo de júbilo de Angry Birds se fue desinflando por la poca evolución de ese planteamiento tan sencillo. Ahora, con títulos muy superiores llenando la tienda de aplicaciones, Angry Birds 2 no lo tendrá ni mucho menos tan fácil como los primeros títulos. Pero hay un factor muy importante: su base de usuarios. Rovio supo conquistar a una generación que empezó a jugar en el móvil tanto como Nintendo lo hizo con la generación de los 80s.
Angry Birds 2 puede suponer la vuelta de Rovio o su última oportunidad. Ahora los tiempos son algo más complicados, con un mercado saturado donde muy pocos consiguen despuntar, como en su día lo hizo Rovio.