Para María E. Silanes ser una diva es mucho más que una cara bonita. Y en su más reciente libro presenta la historia de seis mujeres que supieron marcar su época por su carácter.
«Una diva tiene que tener mucho más que belleza, a veces la belleza ni siquiera es un requisito indispensable, tiene que tener personalidad, tener estilo, tiene que trascender», dijo Silanes en una entrevista reciente con The Associated Press a propósito de su obra, Divas.
«A las lectoras las quiero invitar a que despierten la diva que vive dentro de ellas, a despertar su estilo, su personalidad, a ser únicas, porque hay una diva en cada mujer», afirmó.
En su libro, la autora reúne seis novelas breves sobre mujeres que iban contra la corriente. Su idea era que fueran contemporáneas, nacidas entre la última década del siglo XIX y la primera del XX, e indagar cómo les había afectado la revolución mexicana.
Andrea Palma, considerada la primera diva del cine nacional, tenía 30 años cuando comenzó a actuar en películas de Hollywood. Era amiga de Marlene Dietrich, quien le daba conejos sobre cómo manejarse.
La cinta mexicana La mujer del puerto, sobre una prostituta de Veracruz, es para Silanes la producción donde se puede ver a Palma en su esplendor.
Dolores del Río, otra de las divas de Silanes, era prima de Palma. Ambas eran del estado norteño de Durango, de familias de abolengo. Del Río se casó tres veces y tuvo un romance con Orson Welles.
La española María Conesa era bajita y no era excepcionalmente hermosa, pero está incluida en el libro con todo derecho.
«Sabía contactar con su público, se bajaba del escenario y con unas tijeras le cortaba las corbatas a los señores. Un día le quitó medio bigote a un general, a Pancho Villa le quitó los botones de su chaqueta, entonces él se enamoró perdidamente de ella y se la quiso secuestrar», relató Silanes.
Mientras hacía esas travesuras, Conesa cantaba piezas con dobles sentidos con una vocecita aguda.
«Decían que había dos visitas de adoración en la Ciudad de México en la época de la revolución, una era a La Villa a ver a la Virgen (de Guadalupe) y otra era a ver a María Conesa al teatro».
Sara García, quien aparece en todas las cajas de Chocolate Abuelita con lentes y el cabello cano, relata su historia desde la vejez cuando está actuando en la famosa telenovela de los años 70 Mundo de juguete’.
«Sara García tiene una historia muy trágica. La entrañable abuelita de México da la casualidad que nunca fue abuelita porque su única hija murió cuando tenía 20 años y ella, aunque estuvo casada en una ocasión de donde nació su hija Fernanda, a ella no le gustaban los hombres y su pareja en realidad era una mujer con quien vivió hasta que murió en 1980. Se llamaba Rosario», dijo Silanes.
García era alta pero no tenía un físico espectacular. La autora la incluyó por su carácter: «Se enojaba con los camarógrafos, los insultaba porque no le enfocaban bien y hacía unos berrinches terribles, se comportaba como una diva».
Mimí Derba era una feminista, nunca se casó.
«No es muy conocida ahorita, pero en su época fue conocidísima, fue actriz del teatro de revista y luego fue actriz de carácter, pero el mérito de esta mujer es haber sido la primera directora de cine que hubo en México. Dirigió una película en 1917 y eso casi nadie lo sabe», señaló la escritora.
La película de Derba se titula La Tigresa’. Trata de una mujer liberal y un personaje masculino que es internado en un psiquiátrico. A la gente le pareció un sacrilegio y fue duramente criticada.
«Nunca más volvió a dirigir una película por el machismo», dijo Silanes.
Pero así como sabían brillar, estas mujeres tenían un lado trágico. La sexta diva, Lupe Vélez, relata su historia desde la muerte. Devela cómo acabó en Hollywood y cómo triunfó, pero también por qué decidió quitarse la vida.
Vélez planeó su suicidio al grado de pedir en su testamento que quería que la enterraran con su capa de armiño y todas sus joyas.
En general Silanes destaca la fuerza de todas ellas.
«Eran mujeres voluntariosas, temperamentales, nunca se rendían si les iba mal en algo intentaban otra cosa», dijo.
Para la también autora de El rumor de los espejos y Los senderos imposibles, el concepto de diva ha ido perdiendo fuerza con la comercialización de las mujeres hermosas.
«Se ha deteriorado un poco. Para mí una diva no es una cuestión de moda», explicó. «Estas mujeres sabían seducir con un gesto, con una mirada, no estaban tan expuestas y eso despertaba la imaginación, les hacía soñar, los hombres fantaseaban con estas mujeres»