Joseph Stiglitz y Paul Krugman hace tiempo dejaron de parecer hijos de vecino. Ser Premios Nobel de Economía les confiere autoridad para opinar en asuntos tan peliagudos como la situación de Grecia y su controvertido referendo. Ambos han coincidido en artículos y entrevistas, al considerar que Grecia no puede aceptar las condiciones propuestas por la llamada “troika” sin perder su autonomía económica y dignidad, asunto por demás inconcebible, en donde naciera hace siglos la idea de democracia y participación ciudadana.
«Hay vida después de una restructuración de deuda y después de dejar un sistema cambiario” escribió Stiglitz. No se le puede acusar de no haber seguido las férreas condiciones impuestas. De haber ganado el SI no sólo la depresión continuaría sino que perderían todos los europeos, al tomar el poder los sectores más reaccionarios y nacionalistas de la derecha griega que instarían a salirse de la zona del euro.
Una afirmación suya abre cauces a la reflexión que incluye el papel de los medios de las élites financieras europeas así como de los opinadores y periodistas superficiales que han creado un cierto clima de terror en Europa, que no ha dejado de alcanzarnos como avisos y coletazos aunque las condiciones económicas de Venezuela y Grecia sean bastante diferentes en cuanto a las riquezas naturales de ambas naciones. Leamos: «Seamos claros: casi ninguno de los grandes préstamos a Grecia ha ido a parar al país. Ha sido utilizado para pagar a los acreedores del sector privado –incluidos bancos de Francia y Alemania–. Grecia se ha quedado una mínima cantidad, pero ha pagado el precio de preservar los sistemas bancarios de esos países. El FMI y otros acreedores oficiales no necesitan el dinero que reclaman».
Reflexión que apuntala Krugman en un artículo del New York Times: «Todo lo que han oído sobre la irresponsabilidad griega es falso», afirmando que el colapso de la economía griega «tiene mucho que ver con el euro», nacido sin la unidad fiscal y bancaria requerida, lo que mantiene encorsetada a la economía helena. Porque“Grecia ya recortó sus gastos, ya bajó las pensiones, ya subió impuestos y ya aplicó medidas de austeridad reclamadas por Bruselas sin que ello le haya supuesto al país recuperarse de la crisis”.
Tras cinco años de austeridad Grecia está peor que nunca: Caída del 27% en el PIB griego, desempleo de uno de cada cuatro adultos ,más del 50% de los jóvenes trabajen sin remuneración y la pobreza y la miseria siguen rondando.Los bancos cerrados por el BCE y el capital controlado, ya hicieron suficiente daño y que de no haber ganado el NO, los representantes del norte de Europa, Merkel en Alemania, Hollande en Francia y Cristine Lagarde del FMI, seguirían imponiendo condiciones que de paso no incluyen a los sectores financieros griegos que desde afuera, siguen esperando que el gobierno pague sus deudas.
Mientras tanto, la izquierda tradicional francesa e italiana tiene desconfianza frente al gobierno griego,cuya estrategia, -referendo y su resultado-propicia mejores condiciones para la negociación de los términos de la austeridad, que incluye el mantenimiento de los derechos laborales básicos, el aumento a los impuestos de los griegos más ricos y la protección de los más pobres y pensionados quienes camino a la mendicidad, no tienen por qué pagar los platos rotos.
Los grafittis hablan en paredes griegas desde que el primer graffitero, probablemente el poeta Catulo, escribió sus diatribas en contra de su amada Lesbia. Hoy plenan sus espacios. Uno de ellos lo suscribo pues invoca la vida desde una perspectiva tajante y lúcida en sus calles: “No morimos de amor, así que ¿por qué íbamos a morir de hambre?”.