No lo encontraban. Estaba desaparecido desde la tarde del martes y esa misma noche los familiares recibieron una llamada cuya información esperaban fuese falsa. Les dijeron que Jorge Luis Sosa Brito, alias El Moruro, lo habían matado por el sector Los Hornos de Cabudare, municipio Palavecino.
Se unieron algunos de lo allegados, otros esperaban en su casa en Zanjón Barreras. Se fueron hasta la policía estadal con sede en Cabudare, quienes con una patrulla los acompañaron a buscarlo por una zona boscosa de Los Hornos; estaba totalmente oscuro el lugar, recorrieron unos 300 a 500 metros, pasaron por un río y la búsqueda fue infructuosa.
Hasta la 01:00 a.m., extendieron su labor. La preocupación aumentaba pues no sabía nada del joven de 19 años. Sólo sabían que salió de su casa en la tarde y que al parecer, lo habían interceptado en la avenida La Mata.
Ayer, iniciaron nuevamente la búsqueda desde temprano y no fue sino hasta las 09:00 a.m., aproximandamente, que caminaron por el mismo lugar que la noche del martes pero a mayor profundidad y ahí, en medio de la carretera de tierra, estaba el cadáver del joven, boca arriba, con jeans negro, chemisse verde y unas botas marrones, tal como había salido de su casa.
Al hoy occiso, no le robaron sus pertenencias, a priori, las autoridades policiales, presumen se trate de un acto de venganza, pues El Moruro, había caído en dos oportunidades por el consumo de sustancias sicotrópicas y estupefacientes. La primera vez fue el 24 de octubre de 2013.
“Ese muchacho no hacía caso. Ahí está su madre biológica pero nunca vivió con él, siempre lo tuvimos su otra abuela y yo. Hace como seis meses se me regresó de Caracas para donde me lo llevé a ver si mejoraba su comportamiento pero nada”, refutaba la abuela, sentada sobre una piedra, mientras lloraba y observaba como los funcionarios de la División de Homicidios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas de Lara, hacían su trabajo, donde determinaron que dos tiros en el rostro acabaron la vida del joven y tomaron como evidencias dos conchas de proyectiles nueve milímetros.
Actualmente, El Moruro, trabajaba en la construcción, pero anteriomente, tuvo un comportamiento que no fue el mejor, tanto así, que con su padre tampoco llevaba el mejor trato, “bastante le dije que se dijara en su papá que estaba en silla de ruedas y que le colaborara en el negocio pero nada”, lamentó la mujer.