Dictamen – El discurso de Aristóbulo

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Ya sin historiadores o académicos que justifiquen esta tragedia, la revolución se refugió en Aristóbulo como orador de orden en la Asamblea el pasado 5 de julio, día de nuestra independencia. No sabemos si fue parte del rito espiritista que tienen ahora con la figura del Negro Primero o es que ya no hay casi nadie que genere consenso entre los dos presidentes Nicolás y Diosdado. Lo cierto es que le tocó al Gobernador Isturiz sacar el bate en esa fecha patria.

El resultado fue lamentable. Nuestra independencia quedó reducida a una sola frase: “Si quitamos el control de cambio, nos tumban. Hagamos la prueba”. Ese fue el titular. ¿Advertencia? ¿Amenaza? ¿Pronóstico? ¿Deseo? Cualquier cosa cabe en esta etapa tan oscura. No seremos entonces tan independientes. Mal día para admitir que el Gobierno es rehén de una medida. Lo que no quedó claro es quien los tumbaría. ¿La cúpula militar que se beneficia de la corrupción de Cadivi, Cencoex y todos sus derivados?

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En todo caso Aristóbulo fue al menos sincero cuando admitió que el control de cambio era una medida política y no económica. O sea, su objetivo es mantener en el poder a una clase dominante y no el bienestar de la gente o el progreso económico del pueblo. Clarito. Por eso poco les importa que el dólar paralelo haya pasado los Bs. 500, que no se consigan medicinas, que no se pueda comprar pasajes en bolívares, que nuestros estudiantes en el exterior hayan quedado indigentes o que el pueblo pierda su vida en una cola. Lo importante es que ellos sigan en el poder, la gente que aguante. Eso fue lo que nos dijo una persona que en la “cuarta” pudo con un sueldo de maestro comprarse carro y casa, y convertirse en alcalde y parlamentario siendo de oposición. Aristóbulo, vale la pena recordarlo, formó parte de aquella famosa bancada de La Causa R en el Congreso cuando las minoría se hacían sentir y tenían derecho ilimitado a voz. Ahora defiende un Gobierno que niega todas esas oportunidades económicas y políticas que él disfrutó.

El solo hecho de admitir que el Gobierno no tiene la soberanía de tomar decisiones económicas y que está bajo amenaza de derrocamiento, es ya suficientemente escandaloso. Pero la peor parte es lo que calló. Fue incapaz de hablar de la clase obrera, de los trabajadores, del salario. Sabe muy bien que se necesitan 20 salarios mínimos o más para comprarse lo que cargaba puesto. Sabe muy bien que cambiarle un caucho a un carro es ya cosa de privilegiados. Sabe muy bien que el teléfono que usa equivale a un año de trabajo de un maestro colega suyo. Sabe muy bien que esto se acabó. Pero eso de seguir hablando herido de muerte y con la lanza clavada, sigue siendo un acto heroico.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.

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