Capitalismo lunar – Crónica del extravío

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Detrás de su ropaje cotidiano, que parece mostrar un mundo inamovible, el tiempo es implacable en la configuración del cambio, aunque no lo percibamos. Despertamos cada día, determinados a seguir adelante, construyendo cada historia de vida, aferrados a la idea de que al menos, algo queda aún a nuestro alcance, algo podemos todavía decidir, soñar, crear, lejos de esa presencia con forma de violenta imposición que desde el poder, edifica su eternidad. Pero luego de 16 años, la vida es menos vida y más resistencia, es menos proyecto y más sobrevivencia, es menos futuro y más incertidumbre. Hoy las palabras que más se asemejan a la “revolución”, son fraude, fracaso y devastación.

La cercanía a la cita comicial parlamentaria intenta sacudir el bloque de inercia y resignación que reposa sobre la población. Mientras tanto, los efectos de la inacción, la ignorancia, la incapacidad y la corrupción de los grupos y cúpulas políticas, económicas y militares que detentan el poder, siguen generando el mayor deterioro y empobrecimiento que haya padecido el país. La pobreza es hoy una excusa para alentar el resentimiento, la estigmatización y persecución de todo aquel que aspire y defienda su derecho a progresar con el estudio, el trabajo o la empresa, y que no participe del ceremonial de esa nueva religión, mezcla de caudillismo, seudomarxismo, militarismo y demagogia que pugna por sobrevivir ante el caos económico y el desangre del saqueo al erario público, y el desangre que las zonas de “paz”, paraísos para mafias variopintas, hacen del torrente ciudadano de la nación.

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La propaganda ha sustituido la realidad. Al menos para quienes (des)gobiernan. El silencio, es el único sonido que aturde en el mar informativo en que navega el país. El Big Brother quizá no es tan “Big”, ni filial ni amoroso, pero está allí, vigilando, junto al ejército de patriotas cooperantes detrás de cada queja, al lado de cada cola, a metros de cada atisbo de inconformidad, a 140 caracteres de tu obstinación tuitera, debajo de la bolsa de esa basura sin recoger de la cual te quejas, disfrazado de la tiza blanca con la cual marcaron el lugar donde anoche mataron a tu vecino, montado en la valla de alguna misión, que prometió alguna cosa y que jamás cumplió. La protesta no existe. El fracaso es siempre un sabotaje. Somos Patria “socialista” y potencia. Tan potencia, que mientras el protocolo celebra la independencia con desfiles, y el tanque y el avión y el mortero cobran vida animada para gritar justamente “Patria Socialista”, Guyana avanza sobre nuestro territorio, y sobre nuestra indolencia.

Detrás del cinismo ventajista de toda la institucionalidad devenida paraestructura de partido oficial, habita la certeza de la derrota como posibilidad. El voto, es hoy la única herramienta para enviar un claro mensaje de cambio.

Mientras tanto, nos refugiamos en la cortesía, en la solidaridad, en las reservas éticas, morales, humanas y ciudadanas que a pesar de la pretensión oficial, expresan todavía ese respeto a la Ley, a las normas, a la democracia, a la tolerancia, a la educación, como el norte de cualquier proyecto colectivo. Caminos para salir…de esta crónica del extravío.

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