Mike Geske tiene una granja en Missouri y luego de ver una demostración de drones en la costa de Maryland, quiere una de estas aeronaves no tripuladas para supervisar su sistema de riego: un trabajo por el que ahora paga a tres hombres.
«Los ahorros en mano de obra y combustible serían fenomenales», dice Geske, viendo cómo un pequeño dron blanco vuela sobre un campo de maíz cercano y transmite a un iPad o Smartphone las imágenes detalladas de los tallos crecidos.
Los pequeños helicópteros, relativamente baratos, podrían reemplazar a los humanos en una variedad de tareas en torno a los grandes cultivos: transmitiendo información detallada sobre los cultivos a cosechadoras y rociadoras, dirigiéndolas con más precisión a los puntos problemáticos y reduciendo la cantidad de agua y los productos químicos que se necesitan.
Esos datos podrían ser imágenes, imágenes en 3D de las plantas, lecturas térmicas de cultivos o animales u otras observaciones que un dron hace al volar.
La información que anteriormente tomaba días para recolectar —o que no podía recolectarse en absoluto— ahora puede obtenerse en cuestión de minutos u horas y, en algunos casos, integrarse con datos recogidos de otra maquinaria agrícola de alta tecnología.
Aun así, la mayoría de los agricultores no pueden volar legalmente los drones todavía.
La FAA está trabajando en las normas que permitan que estas aeronaves puedan ser utilizadas regularmente por negocios, manteniendo ciertas normas de seguridad y privacidad.
Una propuesta de la FAA hecha este año permitiría estos vuelos siempre y cuando los drones pesen menos de 25 kilos, permanezcan a la vista del operador y vuelen durante el día, entre otras restricciones. Los operadores tendrán que pasar una prueba de conocimientos aeronáuticos de la FAA y una verificación de antecedentes por parte de la Administración de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos.
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