A propósito de las amenazas de Maduro
Los demócratas rechazamos todo tipo de golpe de Estado, mientras para los golpistas algunos son buenos y otros son condenables, según sus intereses personales y sus ambiciones de poder. Hugo Chávez no sólo encabezó un golpe de Estado fallido el 4 de febrero de 1992, sino que además convirtió ese día en un fecha patria para sus partidarios, mientras su heredero trata de mover cielo y tierra para endilgarle conspiraciones y golpes militares a luchadores democráticos como Antonio Ledezma y María Corina Machado, e inventa delitos contra Leopoldo López, líder emblemático de la lucha por la libertad y el progreso del país.
El cinismo del Comandante Chávez y su heredero con relación a los golpes de Estado ya es conocido en nuestro país, cuando para tratar de tapar la crisis económica, social y política que crearon, han acusado a todos sus adversarios de enemigos golpistas, mientras su gobierno viola constantemente la Constitución Bolivariana, porque ya no le sirve para sus planes autoritarios. El fracaso de la política de Hugo Chávez, imitado por su sucesor Nicolás Maduro, ya es evidente, de extender su socialismo estalinista a pequeños y pobres países del subcontinente latinoamericano, cuyos pueblos resultan manipulables con ayudas miserables que no les permiten superar la pobreza, sino ser nuevos esclavos de la nueva oligarquía que forman los nuevos ricos, embriagados de poder y de dinero malhabido.
Sin embargo, los demócratas debemos reafirmar nuestras convicciones de lucha por la libertad, el bienestar y la paz de nuestras naciones. Es posible que algunos lectores pudieran pensar que es un exabrupto que en la Venezuela de hoy se pueda llamar a establecer un diálogo civilizado, en medio de una crispación política provocada fundamentalmente por el discurso agresivo y procaz del Presidente de la República y del Presidente de la Asamblea Nacional. Sin embargo, la experiencia política mundial e incluso nacional indica que la democracia, no obstante ser el mejor sistema de relaciones creado por el ser humano para convivir en sociedad, pasa por momentos críticos, conflictivos que la colocan borde del abismo, el camino que ha encontrado hacia el progreso y la libertad ha sido rescatar el entendimiento pacífico. El espejo de la primera y segunda guerras mundiales y de nuestras matanzas fratricidas serían suficientes para ilustrar a los más obcecados partidarios de la violencia, pero también tenemos la reciente lección que ha dado el exitoso movimiento estudiantil con sus luchas por la defensa de la libertad de expresión, enarbolando las banderas de la paz, los partidos políticos y diversos sectores de la sociedad civil, por la unidad nacional. De allí que la conclusión lógica y racional es que la solución de la presente crisis política se alcanzará mediante la lucha democrática, no mediante el golpe ni el autogolpe.
La consolidación de la democracia en Venezuela requiere desterrar de la mente de los venezolanos la menor intención o idea de golpe o autogolpe militar o cívico militar, para resolver los graves problemas económicos y sociales que confronta nuestra sociedad. La experiencia no sólo de nuestra pequeña historia, si la contamos a partir de la independencia y constitución como república, o de nuestra larga existencia si nos referimos a la época precolombina y posterior presencia u ocupación del territorio por los españoles con todas sus instituciones –políticas, sociales y económicas- del momento, y su prolongado mestizaje con indígenas y africanos, nos enseña que la violencia únicamente ha servido para destruir la economía creada por nuestros antepasados, profundizar la desigualdad social y hacer más incierto el futuro de libertad, progreso, desarrollo y bienestar de la población.
Y aunque la violencia generalmente comienza con la muerte, casi siempre termina con la paz, mediante el diálogo entre los adversarios o enemigos que tienen u ostentan el poder, convencidos de que ninguno puede liquidar al otro por la fuerza. Para rescatar la democracia chilena, los demócratas que negociaron el retorno a la libertad, tuvieron que pasar el trago amargo, por decir lo menos, de nombrar a Pinochet Senador Vitalicio y Comandante del Ejército, después de haber dirigido un golpe militar sangriento, asesinado a miles de chilenos y exiliado a otros miles. Los chilenos disfrutan la libertad y consolidan sus instituciones, a las que en mucho contribuyó a crear el venezolano Andrés Bello.