La paz es un estado interior del ser que se manifiesta en la conducta exterior. Se hacen campañas llamando a la paz como el fin de la violencia o la intolerancia. No es así. Es la misma persona quien debe darse cuenta de su estado y accionar para lograr armonizar su espíritu: calmar su estado de intranquilidad o desasosiego que le impide vivir su genuina alegría.
Algunos agrian su carácter por cosas banales, por hechos que se pueden obviar o superar con un poco de paciencia o tolerancia. Cuando se aceptan los eventos que vivimos con alegría, o los tristes, con resignación, cargando la cruz que nos toca, todo se vuelve liviano, aprendemos que no es lo que deseamos hacer, sino lo que nos toca vivir.
Se puede hablar de paz sólo cuando hay calma en el espíritu. Mientras existan personas con oscuridad, habrá conflictos de diferentes tipos. Las guerras no se acabarán en el mundo hasta que no nos demos cuenta que como humanos estamos unidos por la madre tierra.
Es el elemento común que tenemos, nos ubicaron en ella para cuidarla y lo que hacemos es destruirla cada día con nuestros pensamientos, acciones y palabras. Cuando alguien le hace daño a otro ser humano, le está haciendo daño a toda la raza y a la tierra misma porque somos parte de ella. Como vientre que alberga, desea que sus criaturas estén a salvo. Muchas personas luchan contra la destrucción de la fauna y ¿qué hay del hombre? Nadie se explica como una especie aparentemente evolucionada sea capaz de destruir su hogar, los ríos que le proveen, los animales que le dan de comer y peor aún, que mate a sus congéneres.
Eso es vergonzoso y dice mucho de nuestra inteligencia. Los animales matan para comer, por necesidad y nosotros por venganza, odio, poder, dominio, religión, entre otras cosas. Cuando alguien ve al otro como amenaza, cuando le grita, golpea o acciona para causarle alguna lesión, no está controlando sus instintos. Venimos a este plano a aprender a amar y a dominar el ego. Si no somos capaces de postergar necesidades o si le damos rienda suelta a nuestros bajos instintos, hemos perdido el tiempo. El Creador nos dio libre albedrío, pero no lo hizo para que hiciéramos daño a otros, sino para que eligiéramos nuestro propio camino y asumiéramos las consecuencias de esa elección. La paz es una elección. Decidimos estar en conflicto o en armonía. Si elegimos la paz, debemos comenzar por revisar qué nos causa desequilibrios y accionar para retomar el equilibrio interno.