Todo el Estado al servicio de las elecciones primarias de un partido político, o sea, de una parcialidad. El jefe de campaña con las llaves del CNE y los canales públicos haciendo propaganda. El presidente de la república es también (y sobretodo) presidente del PSUV, mientras que el presidente de la Asamblea Nacional es también (y sobretodo) vicepresidente del PSUV. Ni hablar de ministros, gobernadores, alcaldes y cuanto funcionario militante. Ah mundo en la “cuarta” cuando era un escándalo de corrupción que el partido de gobierno usara los vehículos de un ministerio (Caso jeeps de Ciliberto). Ahora el gobierno se burla de la oposición por tener que autofinanciarse sus primarias, mientras su partido es abiertamente patrocinado por el Estado. El mundo al revés.
La estrategia fue cuidadosamente diseñada para que todo el padrón electoral quedara habilitado para votar en todo el territorio nacional. Casi 20 millones de personas convocadas. Era el día del simulacro y por supuesto también de la venganza. La meta era superar los más de tres millones de electores que espontáneamente y sin apoyo del Estado (al contrario) habían ido a votar en las primarias de la MUD en 2012, desatando la rabia del hoy difunto, quien mandó a confiscar los cuadernos de votación. La campaña había sido un ejercicio por demás antidemocrático: Nadie podía pegar un afiche, hacer una cuña o declarar algo, a menos que fuera aprobado por el aparato de Big Brother. Todos debían vestirse igual cual ejercito y dejar que el partido hiciera una campaña colectiva donde nadie destacara. Tan solo la sembradora de acetaminofen pudo romper esa homogeneidad invisibilizadora. Y para colmo, debían firmar una renuncia adelantada para que Diosdado pudiera luego controlar sus voluntades.
Llegó el día y a diferencia de cualquier otro, no había cola en ningún lado. Algunos centros con gente quejándose porque había una sola maquina habilitada y el proceso era muy lento. VTV encadenado todo el día llamando a votar permanentemente. Las primarias del PSUV eran un asunto de Estado. La participación no llegaba ni al 5% por lo que tuvieron que prorrogar el ridículo. El CNE les hizo el favor de alargar el proceso hasta las 10 de la noche y poder así arroparse en la madrugada para no pasar tanta vergüenza. La orden desde el comando era exhibir triunfalismo, lo que Mario Silva hizo muy bien en VTV hasta que Diosdado Cabello ya entrado el lunes dijo que se habían contabilizado tres millones de votos. ¿Votos? Así es, se reservó la cifra de votantes y el porcentaje real de participación. Prefirió hablar de votos emitidos para poder al menos superar la barrera mental de los tres millones que tanto les atormenta. En una elección donde cada elector podía votar por uno, dos y hasta tres candidatos, la cifra de votos emitidos es mucho mayor a la de votantes. Por eso el truco fue contar votos y no electores.
Ejemplo: en un circuito donde se escogían 3 candidatos, 100 electores emitían 300 votos. ¡Qué inteligente es Jorge Rodríguez! Lo cierto es que la participación no llegó al 10% y si acaso superó el millón de votantes. Los únicos record que pudieron romper son el del voto más caro y el proceso más largo. De resto, solo les sirvió para entender lo que les viene el 6 de diciembre. Comenzó el cambio. Estamos en transición.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
@chatoguedez
