Las elecciones a la Asamblea Nacional, el próximo 6 de Diciembre, constituyen un punto en el horizonte político del país que en la actual circunstancia, emerge en teoría como una válvula de escape a la conflictividad contenida, a las expectativas de mejora, y a los deseos de cambio que se cuelan entre las rendijas de crecientes sectores del país, enjaulados no sólo por el agobio económico o la criminalidad desatada, sino ante un esquema de gobierno y usufructo del poder, desgastado, agotado y sin señales de responder al clamor y sentir de la ciudadanía.
Digo que en teoría la cita comicial puede ser una válvula de escape, porque ello dependerá, en no poca medida, de la manera en la cual el gobierno, el árbitro electoral, el partido oficial, las Fuerzas Armadas, el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo actúen en los meses por venir, y sobre todo durante la campaña electoral previa.
Si cesa el ventajismo, si se regulan las cadenas presidenciales, si se castiga y señala el uso ilegal y desproporcionado de bienes y fondos públicos con fines proselitistas, si cesa la persecución a líderes o actores opositores, es posible que la campaña electoral sea la vía natural para el debate político y la confrontación electoral de ideas y propuestas. Pero si todas esas irregularidades, que han sido lamentablemente la norma y no la excepción hasta el día de hoy, lejos de atenuarse o disminuir, se incrementan, el cuadro que podría generarse sería el de una desproporción e ilegalidad tal, que puede ensombrecer la ruta electoral hasta el 6-D, abriendo la puerta al malestar, impotencia o a la protesta, como factores harán más compleja la gobernabilidad, y terminarán de desvanecer la poca institucionalidad que aún va quedando en pie.
Para el gobierno de Maduro, contra la pared según todos los sondeos de opinión, la caja de herramientas mágicas y artificios propagandísticos o económico-electorales luce reducida aunque no agotada, para repuntar la cuesta y evitar que la gente se olvide de su responsabilidad por la peor crisis económica, inflacionaria, cambiaria y de escasez que haya vivido la República.
La oposición, tanto la nucleada en la MUD, como toda la amplia gama de opciones que intentan navegar y pescar en las aguas del descontento y la expectativa de cambio de la ciudadanía, debe superar sus diferencias y conflictos internos, intentar consolidar, en la atomizada propuesta de candidatos a diputados, un mensaje a tono al sentir colectivo, pero sobre todo, definir una estrategia y una acción de campaña que enfrente la desesperanza, el miedo, la invisibilización mediática y el ventajismo oficial reinante.
No será la que viene una campaña electoral típica o tradicional. El deterioro económico, la parálisis productiva, comercial y empresarial del país, llegará a niveles críticos y preocupantes, como señalan muchos y variados especialistas en materia económica. Ocultar las cifras de inflación o de inseguridad, no impedirán que la gente las sienta o sufra. El cambio, la campaña, la movilización, y los nuevos referentes y liderazgos, se irán fraguando al calor de la calle.
@alexeiguerra