La participación política en la Venezuela actual

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El gusto por el voto

Históricamente a los venezolanos les ha gustado participar abiertamente en los procesos comiciales. El voto como herramienta democrática ha sido y es valorado en un nivel de importancia superior en Venezuela. Investigaciones de opinión pública en el pasado y ahora nos demuestran científicamente esa tendencia que fortalece las virtudes democráticas de una sociedad.

Los niveles de participación electoral en nuestro país revelan un promedio que –comparativamente hablando- se ubica entre los mejores del mundo. Prácticamente, desde 1958, la sociedad venezolana consolidó su vocación democrática al involucrarse con mucho entusiasmo en cada elección. Salvo en determinados comicios que fueron las excepciones a la regla (primera elección de gobernadores y alcaldes en 1989, elección presidencial de 1993, referendo constitucional de 1999, entre otros) los porcentajes de participación se ubicaron siempre por encima del setenta por ciento y en algunos casos, especialmente en los años sesenta y setenta, llegaron a estar por el noventa por ciento de la población inscrita en el registro electoral permanente. Una investigación desarrollada por el Centro Gumilla acerca de las valoraciones de la democracia en Venezuela arrojó como primer elemento de aprecio de la población el “voto”, por encima de otros mecanismos establecidos constitucionalmente para garantizar la participación política en el país.

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¿El voto garantiza cambios y un Estado mejor?

Una interrogante que nos surge frente al dato del gusto por el votar que ha caracterizado a los venezolanos sería: ¿Es suficiente ir a votar para consolidar un Estado eficiente y responsable, y al fin y al cabo, una sociedad mejor? La respuesta sin dubitaciones de ningún tipo es no. Es necesario transformar los patrones de cultura pública que han caracterizado a nuestra sociedad para erradicar el llamado “mesianismo” que no es otra cosa que endilgarle a un líder la facultad de resolver todos nuestros males con una especie de “varita mágica”. El daño que esta práctica nefasta nos ha causado es incuantificable. Pero no solo lo hemos vivido y practicado a nivel presidencial y estrictamente político sino también en todo lo concerniente al funcionamiento de la sociedad. Desde las juntas de condominio y los consejos comunales pasando por los asuntos públicos en un municipio y llegando al contrapeso que la sociedad en su conjunto debe realizar para controlar el ejercicio pleno del gobierno; siempre dejamos que unos pocos (que generalmente terminan siendo los mismos) se encarguen de esas cosas. La mayoría solo acude a participar cuando es estrictamente necesario y nos olvidamos del resto. Esta forma tradicional de abordar nuestras vidas en relación a los asuntos públicos no nos puede llevar jamás a la consolidación de un Estado que funcione con un mayor nivel de eficiencia.

Votar y ¿qué más?

En el escenario actual que vive Venezuela con una incidencia del tema económico que permea todo el esquema de funcionamiento tanto del individuo como de las familias y la sociedad misma, las intenciones firmes de ir a votar en las próximas elecciones parlamentarias que se celebrarán a fines de este año, es extremadamente alta. Según Datanálisis, Datincorp, Hinterlaces, CEP-UCAB, IVAD, entre otras encuestadoras, hasta ahora más del setenta por ciento de la población (en promedio) piensa acudir a votar. Algunos analistas políticos entre los cuales me incluyo, pensamos que la participación electoral en estos comicios pudiera superar incluso a la que se presenta en elecciones presidenciales. Vale decir, que los venezolanos está  valorando mucho la importancia de este evento en el actual panorama económico de la nación. Esta, sin duda, es una noticia alentadora. Pero más allá del simple y no por ello, trascendente, acto de ir a votar, se debe imponer en nuestra sociedad un cambio de paradigmas en la forma de participar que acreciente el interés por los asuntos públicos y el involucramiento en procesos sociales que fortalezcan la articulación de redes sociales y capital humano cuya finalidad sea controlar al Estado y todas las instituciones, más allá de los formalismos constitucionales. En lo personal soy optimista. En un conversatorio en el que participé en el sector San Francisco al oeste de Barquisimeto, el señor José Barradas, de setenta años, con claridad meridiana, señalaba la importancia de formar a los jóvenes en temas de asuntos públicos para consolidar su participación y entusiasmo por los cambios que requiere nuestra sociedad. El escenario actual puede ser propicio para incrementar los niveles de conciencia colectivos.

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