Desde hace algunos años el venezolano ha cambiado su manera de ser.
Antes era amable, atento y educado. Ahora, la agresividad aflora ante cualquier cosa. La gente explota en ira y trata mal al otro, ¿qué ha pasado?
La respuesta está en la dinámica de la vida que hay en la actualidad: el estrés, las colas, la inflación, el desabastecimiento, el bajo nivel de vida, en general. Estamos inconformes, molestos, ante la situación del país.
Los políticos han hecho su parte con la ineficiencia en el manejo de la cosa pública y con discursos cargados de agresividad y división. Esto ha contribuido con la nueva personalidad que exhibimos. El odio se ha inoculado como un virus que carcome el sentimiento. Los gobernantes que se han dedicado a convencer sobre la división de clases, imperialismo, capitalismo entre otras cosas, sin duda alguna no quieren el progreso del pueblo, porque si lo desearan invertirían en calidad educativa. De esa manera las generaciones estarían preparadas para el desarrollo de la nación.
Evidentemente, no les conviene, debido a que si las personas desarrollan un pensamiento crítico a través de buena lectura, no votarían a favor de políticos corruptos, sabrían diferenciar entre mentira y verdad. Otra hipótesis, es que siempre fuimos así y que teníamos esa oscuridad oculta. Las vivencias crudas nos han hecho destapar la negatividad que hay en todo ser humano. Los sociólogos apuntan hacia la baja autoestima del venezolano como causante del enganche psicológico con el trato agresivo de los gobernantes, desatando las bajas pasiones que estaban reprimidas.
La suma de sucesos: políticos, sociales, económicos han transformado el paciente y dulce ser, en el agresivo sujeto que reacciona mal ante el más leve roce. Estamos más susceptibles, porque ha sido tanto el dolor, el atropello, la impotencia que hemos vivido que somos un volcán dormido. Por eso, hace falta bajar esas tensiones y relajarse. Si cada uno medita, respira adecuadamente, si nos llenamos de pensamientos positivos podríamos mejorar esa propensión a la violencia.
Aunque todo apunte hacia el caos, cada uno puede ser factor de cambio. Se puede vivir estos conflictos sin sufrir mutaciones, si estamos dispuestos a bajar el ego, reconducir nuestras frustraciones hacia el trabajo creativo, deporte y arte en general. Nuestro discurso también es fuente de negatividad, por ello vale la pena revisarlo y comenzar a expresarnos de manera más asertiva.