El heredero de extinto comandante en jefe y cuanto adulante se acerca a un micrófono, cargado de miedo por lo que indican las encuestas en torno a la derrota que les espera en las elecciones parlamentarias, inventan conspiraciones, en las cuales Hugo Chávez fue un gran planificador durante 10 años antes del intento de golpe de Estado en 4 de febrero de 1992. Esta farsa le sirve para acusar a la oposición de estar tramando la desestabilización de su régimen, y pedir a los Poderes Públicos que controla, como el llamado Poder Moral y el Legislativo, que abran sendas investigaciones, para buscar culpables, que de antemano saben que sólo existen en su entorno de oportunistas, que consideran que está llegando el final de su mandato y de su vida política en las próximas elecciones.
Lo que desestabiliza al Presidente de la República y en especial a los chavistas duros que no creen en la alternabilidad en el poder, es la proximidad de un inevitable golpe electoral que a finales del 2015 le propinará la mayoría de los venezolanos.
El golpe electoral parece ineludible porque después de 16 años de gobierno del Chavomadurismo y en particular de sus gabinetes y sus gobernadores y alcaldes, quienes en su mayoría, según todas las encuestas conocidas, son repudiados por su ineptitud para administrar los dineros públicos y por su corrupción inocultable y en muchos casos ostentosa.
E incluso, aunque trataran de convertir las elecciones parlamentarias en un plebiscito, el golpe electoral tendrá una contundencia similar, porque la administración central también ha sido y es cuestionada por la incapacidad y la corrupción que se eleva a la enésima potencia, al extremo de quedar al desnudo hasta fuera de nuestras fronteras. Esa misma administración centralista ocupa uno de los últimos lugares en el mundo en materia de eficacia y transparencia, y uno de los primeros en el manejo inescrupuloso de más de 2 billones de dólares durante los 16 años de gobierno. No hay mayores posibilidades de que los estrategas electorales del madurismo logren ocultar el fracaso de una revolución de papel sustentada en un discurso demagógico y populista, que consiguió engañar por varios años a un buen sector depauperado de la población, asustar a la clase media dirigente con el exterminio y a los productores con la confiscación o expropiación de sus bienes, pero que hoy Leopoldo López, Ceballos, Ledezma y demás presos políticos lo enfrentan con coraje y decisión.
El discurso incendiario, “antiimperialista” del heredero del Comandante Chávez ha perdido gran parte de su conexión con los sectores populares, que en poco tiempo descubrieron la manipulación de que son objeto y hoy protestan casi todos los días en las colas para comprar comida, en diferentes ciudades del país, y por el incumplimiento de sus promesas. El discurso nacionalista se ha agotado con el empobrecimiento de la clase media, víctima de la inflación y los bajos sueldos, y por la quiebra de más de la mitad de las industrias que existían para 1998 cuando ascienden al poder.
En síntesis, la delincuencia organizada desde las alturas del poder y la acusación, aún por probar desde luego, de tráfico de drogas de algunos altos jefes de inteligencia del régimen, hacen indetenible el GOLPE ELECTORAL del 2015. Por eso la Mesa de la Unidad Democrática debe continuar siendo muy contundente al rechazar todo nexo con los supuestos conspiradores entre los que tienen las armas legal o ilegalmente, la Fuerza Armada Nacional por mandato constitucional y las Milicias chavomaduristas por abuso de poder y miedo a que la oficialidad institucionalista se niegue a obedecer órdenes violatorias de la Carta Magna, como sería el desconocimiento de los resultados electorales, proclamado por algunos de sus altos jefes militares identificados con su proyecto político y con el comunismo Castro madurista.
Por tales razones el gobierno no ha podido probar ninguna investigación sobre la supuesta conspiración de los partidos, grupos independientes y personalidades que forman parte de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) Éstos han dado demostraciones, como lo ha ahecho Antonio Ledezma, de que ningún demócrata auspicia aventuras golpistas, no sólo porque saben que todas estarían condenadas al fracaso como la que comandó Hugo Chávez el 4F, si no también por la sólida convicción democrática de que la mayoría de los venezolanos quieren paz, reconciliación y progreso. De allí la realización de las elecciones primarias para escoger los candidatos de la Unidad Nacional y prepararse para ganar las elecciones en el último semestre de 2015.