#FitnessIMP Yoga, ¡Más que posturas! – Por: @rcha_

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En el sentido más formal solemos escuchar que el yoga es una disciplina y filosofía de vida que unifica los distintos planos de la existencia humana; así, lo físico, psicológico y espiritual del individuo se integra en la práctica constante, llevándole a su vez y con los años, a un estado de plenitud existencial, de serenidad, de quietud, de alegría y de paz; conectándole con lo que llamamos sublime o Supremo, con la Divinidad, Dios o el Todo.

Sin embargo, es común adoptarle como una forma de mero entrenamiento físico, o como parte de una rutina de ejercicios más amplia y vigorosa que apunta a fortalecer y desarrollar el cuerpo. Esta visión sobre el yoga es totalmente válida, pero es importante recordar que es una perspectiva aislada, que segrega los aportes más beneficiosos de la práctica y olvida el concepto fundamental de unificación que integra el cuerpo con nuestros aspectos mentales y espirituales.

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Con el yoga se alcanza un bienestar general, pues no sólo favorece el fortalecimiento del cuerpo, el funcionamiento cardíaco, la circulación sanguínea, la elasticidad muscular, la capacidad respiratoria y la relajación entre otros muchos aspectos; sino que estimula el desarrollo de las facultades mentales e intelectuales, como la atención, concentración, la agudeza mental y la ecuanimidad.

Pero no sólo se trata de la salud física y del desarrollo mental, pues la finalidad última del yoga es esa experiencia de paz y plenitud existencial, de alegría, dicha y felicidad; es allí hacia donde realmente apunta el yoga como estilo de vida, estimulando en quien lo practica, la capacidad de separar lo espiritual de lo mental y corporal.

Para ello, es importante aclarar que la espiritualidad no va de la mano con la religiosidad, sino con el conjunto de sentimientos, emociones y pasiones que conforman nuestro estado anímico y afectivo, este mundo interior es al que llamamos plano espiritual.

Así, la educación o inteligencia espiritual se refiere a la capacidad de adaptación afectiva, sentimental y anímica del individuo al medio que le rodea; pues, como apunta Sw. Maitreyananda, nosotros somos lo que sentimos, porque lo espiritual de nosotros es lo que se siente en un momento determinado, generando un estado afectivo.

En un sentido más sencillo, en el que menos es más, podemos decir entonces que “El Yoga es educación espiritual”.

El yogui paulatinamente comprende que él como individuo no sólo es lo que piensa o cree, tampoco es lo que hace, o las acciones que ejecuta; comienza a entender que aquello que siente es su propio espíritu y progresivamente establece una conexión más directa y auténtica con su mundo interior, sus anhelos, sentimientos y afectos, sus emociones y pasiones, su verdadero ser.

Así y bajo la afirmación de que somos un espíritu que además posee una mente y un cuerpo, la práctica de yoga y la educación espiritual que ésta conlleva, le permite al yogui sobrellevar con armonía y ecuanimidad sentimientos y situaciones que en otras circunstancias resultarían abrumadoras o incluso imposibles de tolerar.

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