Un desarrollo equilibrado

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Cuando llevamos a nuestros hijos a un colegio es porque deseamos que lo ayuden a ser un buen profesional en cualquiera de las disciplinas que le ofrecerá la universidad. Otra razón es que nosotros un día no estaremos y ellos deberán ganarse la vida sea cualquiera el nivel de instrucción que hayan alcanzado. Finalmente, que los hagan buenos ciudadanos, es decir, hombres de bien.

Hasta aquí las aspiraciones de muchos padres. A mí me parece que se quedan cortos, porque a una persona de bien no le bastan –no le deben bastar- unas metas tan generales. Hay que concretar más. Si no, corremos el peligro de conseguir lo contrario de lo que buscamos.

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Por ejemplo, el hombre es un ser social, luego nuestro hijo será influenciado por quienes conviven con él para conseguir esos objetivos. Luego debemos saber cuál es el ideario del colegio al que lo llevamos. ¿Qué principios guían a quienes lo dirigen? ¿Hacemos lo posible por conocer a los padres de los compañeros de nuestros hijos? ¿Asistimos a las reuniones y fomentamos una estrecha convivencia con los profesores?

Un hombre sin religión es un ser incompleto. ¿Vivimos en casa la religión que deseamos que el colegio nos apoye en practicar? ¿Es Dios un personaje importante de nuestra vida familiar? ¿Empujan el colegio y el hogar en la misma dirección? ¿O los muchachos descubren que hay una diferencia entre la vida espiritual de sus padres con la de sus profesores? ¿O al revés?
Son preguntas inevitables si queremos solidez en los resultados. Hoy se ha puesto de moda un hombre light, que, a semejanza de los refrescos light no es “ni chicha ni limonada”. Piensa que las cosas han cambiado. Lo que antes era malo ahora puede ser bueno. Y lo bueno de hoy es, lo que todo el mundo hace o lo que está de moda, o a mí me gusta.

Es un problema de leyes naturales. Nadie se sujeta a la ley de la gravedad porque le agrade. Ni pretende cambiarla a su gusto para que le obedezca. Dios persona siempre, -dice el refrán- los hombres algunas veces y la naturaleza nunca. Lo que es antinatural, pasa factura, ahora o después. No pretendamos forzar la realidad. Ajustémonos a ella, que es la mejor manera de vivir.

Que los tiempos cambien no quiere decir que lo importante cambie. Lo importante seguirá siéndolo a través del tiempo, y continuará haciendo felices a quienes lo acepten. La verdad no tiene nada que ver con el tiempo. La verdad vieja no deja de ser verdad por ser vieja. Ni la verdad nueva contradice a las antiguas por ser antiguas. Contradice viejos errores, que es muy distinto, o descubre nuevos datos que modifican los que teníamos.

La aspiración de unos padres será encontrar un colegio donde se forme con rectitud la cabeza y la conciencia de los niños, según nuestro modo de ver la vida. Donde no se conformen con instruir. Porque eso está en los libros y pronto pasará de moda.

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