Si algo debemos reconocer del actual gobierno, es su coherencia en la eficiente tarea de destrucción institucional y deterioro que sistemáticamente ha desarrollado durante estos últimos años.
Al IVIC, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, decidieron someterlo a sus arbitrios, desnaturalizándolo y vaciándolo de su estructura, premisas y objetivos. Cambiaron la Ley Orgánica de Ciencia y Tecnología, para aumentar el control sobre la inversión y gestión de proyectos de investigación científica, vinculados a la actividad empresarial, que antes coordinaban las universidades públicas.
Decretan ahora la muerte del escalafón universitario, como expresión de la preparación, la formación de IV y V nivel y la experiencia académica acumulada del profesor, al igualar los exiguos y miserables sueldos que devengan los universitarios, tan miserables como los reconducidos presupuestos universitarios. Ahora parece tocarle el turno al Sistema de Ingreso a la educación superior.
El gobierno, a través de su ministro de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, Manuel Fernández, decidió quitarle al promedio de notas de bachillerato el peso que tradicionalmente tenía para ingresar al sistema universitario, de 95%, y lo redujo a 50%, incorporando criterios geográficos, socioeconómicos y de otra índole, que han traído como consecuencia que estudiantes con promedio de 19 y 20 puntos no hayan sido seleccionados en ninguna de las carreras por las que optaron en el proceso adelantado por la OPSU este año, mientras otros con notas sustancialmente inferiores si fueron seleccionados, en medio del anuncio oficial de disponer de todos los cupos para la educación superior.
La “Justicia social”, o la “democratización”, que entre otros factores, de seguro esgrimirá el Ejecutivo para defender esta decisión, lo que refleja sin duda, es la lógica del mundo al revés, la aberrante exclusión de las Universidades a quienes estudian en colegios privados, tienen padres profesionales, y poseen destacadas notas.
Sin importar color, raza, sexo, condición socioeconómica, el único criterio que debe seguir considerándose para que un joven ingrese a una Universidad Pública es su récord académico, además de su capacidad para el estudio.
La fragilidad de estos nuevos criterios, expresan un grado de resentimiento y confusión que, mezclados, parecen guiar las acciones oficiales en materia educativa.En esta misma línea “argumental”, quedará también para la posteridad, la reciente genialidad de aquel Ministro que aseguró que la labor de un barrendero o aseador (con todo el respeto y dignidad que éste, como cualquier otro trabajo, tiene valorado en su justa y lógica dimensión) era tan o más importante que la de un médico.
El conocimiento es la base de la creación de valor y riqueza, de la competitividad y del crecimiento social y económico, en los tiempos globales que vivimos. Quienes apuestan a la excelencia educativa, al desempeño y trabajo de calidad, son los llamados a formar parte de la élite y el liderazgo científico, social y económico del mundo.
Rezagados, en el rincón de la pobreza y el atraso, estarán así quienes se empeñen contra toda sensatez, en seguir alentando y aplaudiendo el triunfo de la mediocridad.
@alexeiguerra