Los precios justos de esta economía injusta tiene a los venezolanos alterados. El cartel de que un baño de crema cuesta 900 Bsf. y unos tampones femeninos 1.368 Bsf. no se salen de mi mente, ni de la de ningún venezolano.
Es que me cuesta salir del asombro de que una mujer venezolana que gana sueldo mínimo debe gastar 33% de sus ingresos para comprar unos tampones, necesarios para su mestruación.
Es que a estas alturas, luego de 16 años de Revolución, soy incrédulo. No puedo creer que el presidente obrero no abra los ojos y no se de cuenta de dónde tiene a la economía de este país.
Cada día comemos menos, cada día nuestro trabajo diario vale menos y nuestras expectativas de surgir se desvanecen.
A la lista de productos escasos se sumaron las formulas lácteas para niños. Esto es alarmante. Puedo imaginar la desesperación que sienten las madres al no poder encontrar leche para sus niños. ¿Eso es socialismo? A mí sinceramente me cuesta entender el socialismo.
El pasado domingo 14 de junio madres y padres en el estado Zulia protestaron porque no consiguen leche para sus hijos. Esto es dramático. Esto es delicado. Esta pesadilla tiene que terminar. Seguramente muchos chavistas responderían a algunas madres: amamanten a sus niños o ya esos muchachos están grandes, no les den más teteros. Sin pensar que hay niños alérgicos a la lactosa que no pueden consumir ni leche materna, o hay madres que por razones de salud o de trabajo no pueden dar pecho.
Los derechos humanos se vulneran cada día más en este país. El premio que reciben las mujeres por traer al mundo nuevos ciudadanos venezolanos es angustia por buscar pañales, leche, antibióticos, vitaminas y comida para sus niños.
Este pesadilla tiene que parar. Como ciudadanos tenemos que despertar. Este 2015 tenemos una oportunidad de oro para detener este desastre.