Sin sonar arrogante, el maestro larense de la plástica Esteban Castillo expresa que nunca le tuvo miedo a nada. Con esa premisa es más sencillo entender por qué después de estudiar arte en País por un año, con una becaque recibió a finales de la década del 60, comenzó a vivir lo que en retrospectiva etiqueta como “la gran aventura”.Charrasquear cuatro en cafeterías parisinas, mudarse a Londres sin dominar el inglés, trabajar como cocinero y cuidar niños, volver al país galoy encontrar el amor; son trazos de vida que despiertan tanta curiosidad como su abstraccionismo geométrico.
Esas dos últimas palabras son empleadas por entendidos del artepara clasificar a este maestro barquisimetano de 74 años, cuya obra suele “dar vueltas por el mundo”, como él mismo dice,enterándose por Internetde que participa en muestras colectivas con otros prestigiosos artistas. “Pero el pichón soy yo, el muchachito, los demás son mucho más famosos, algunos ya muertos”, dice humildemente. Las más recientes fueron en Monterrey y en Miami.
Así lo compartió desde su casa, poco antes de inaugurar la muestra Entre la línea, el color y la forma, abierta hasta el viernes 10 de julio en el Palacio de Gobierno, sede de la Corporación de Turismo del estado Lara (Cortulara). La muestra está enmarcada en la celebración del Día de Artista Plástico, previsto en el Calendario Festivo del ‘Plan Lara es +’, de la Gobernación Progresista de Lara. Para ello se organizaron dos muestras individuales y se inauguraron el viernes 8 de mayo. También participó César Andrade, artista radicado en Francia desde hace 40 años.
Buena parte de las obras de Castillo, utilizadas en la muestra, fueron elaboradas en París a mediados de la década del 70, cuando su trabajo se centraba en el manejo del volumen a través de grabados, con piezas en blanco o negro, básicamente de cuadrados y triángulos. Este fue el preámbulo de la fusión de colores que vino a posteriori con su homenaje al Tangram (antiguo juego chino) y sus Construcciones programadas.
Lo curioso es que Castillo, después de 40 años, contempló sus grabados y sintió “la necesidad del color”. Como respuesta, hizo algo inusual en las artes: transformar el producto final de una pieza, en este caso incorporándole color.
Por ello esta muestra representa un repaso de sus facetas artísticas y experiencias, ya que invita a rememorar la época que titula como “la gran aventura”, cuando comenzó a trascender en Francia, donde sorteó dificultades y se enamoró. Estuvo 20 años fuera de Venezuela, entre 1967 y 1987, la mayoría en París y tres años en Londres, de 1969 a 1972. En este caso hablar de la obra de Castillo también propone hablar de su vida.
-¿Cómo son las piezas que reunió para Entre la línea, el color y la forma?
-Tiene serigrafías, también relieves (grabados), que fueron retrabajados. Eran blanco con blanco y ahora tienen color.
-¿En qué consistía esa obra de “blanco con blanco”?
-La obra en blanco es muy particular porque fue hecha con un rodillo de cocina y con una cucharita de café, otros usan una mesa especial para eso. En esta propuesta yo usabalinóleo de piso, lo recortaba, le daba forma y lo pegaba sobre un vidrio. Luego lo cubría con un papel especial, llamado Velin de Arches (usado para el grabado profesional y trabajos artísticos), que al humedecerse modela, se estira y adopta forma. En esto influía el trabajo de mis padres. Soy hijo de artesanos que trabajaban el cuero.
-¿Cómo siente el hecho de participar en una exposición?
-Me siento muy bien, porque siempre es un reto mostrar… Esta es una exposición muy particular porque también voy a mostrar Los Gráficos, una obra que se ha movido mucho fuera de Venezuela, sobretodo en Japón, entre 81 y 87.
–Su vida en la plástica alcanza 60 años. ¿Cómo clasificaría sus facetas en ese tiempo?
-Nunca lo he dicho de esta manera. Yo comencé a caminar y he ido descubriendo diferentes etapas, pasando por la figurativa, que fueron varios años. Trabajé Las máquinas, que fue un trabajo abstracto, de manchas, formas mecánicas, tras un viaje a Estados Unidos entre 65 y 66. Después en el 67 ya me fui orientando a la obra geométrica, en París.
-Entonces París tuvo una influencia determinante en su obra…
-Los viajes determinan mucho indudablemente, los ambientes. De París conozco muy bien la historia de los cafés, de las calles, de los rincones, de los jardines, hablo el francés callejero. Leo casi todo el tiempo sobre París. Ahora repaso el idioma inglés, porque prácticamente se me está olvidando.
-¿Y a qué se debió esa afinidad con París?
-Me sentí muy bien por la oportunidad que me dio Francia de ser invitado a todos los salones (de exposiciones de arte) parisinos. He hecho todos los salones, donde invitan a artistas de diferentes países, estuve en todos, con colectivas e hice unas tres individuales. Estoy ligado a París, tengo familia francesa.Yo nunca hablo de Londres, no me preguntes por qué, porque no sé. Te lo estoy hablando ahorita, pero yo nunca lo hablo.
-¿Lo opuesto a París fue Londres?
-Pasé por Londres como si no hubiese pasado, con la diferencia de que yo trabajé duro en Londres, en un restaurant lavando platos. Fue una vida bastante difícil para mí, estaba a veces como muy solo. A mí me han invitado a exposiciones en Londres y he participado, pero no he ido, lo que quiere decir que yo no quiero saber nada de Londres.
-¿Entonces relaciona Londres con un momento de vida que no fue el más grato y por eso no le gusta hablar de Londres?
-No sé, no te lo puedo decir. Yo mismo no sé.
-Su beca de estudio en París era por un año. ¿Qué pasó luego?
-Viví un tiempo con algunas ventas y más adelante comenzó la gran aventura. Yo nunca sentía miedo por nada. Me fui a Londres sin saber inglés, a trabajar como cocinero, cuidar niños, cantar. Yo no toco cuatro, pero sí charrasqueé cuatro en cafeterías parisinas. No le paraba, como dicen.
-No todo fue bueno en París entonces…
-Yo tuve tres etapas en París: El París de la beca, con algunas limitaciones. Tuve un París de la miseria, lo puedes poner, yo no tengo rollo, difícil para comer, viviendo en una caballeriza. Después estaba pensando en venirme y conocí a Elizabeth, con quien me casé y tuve 14 años muy bellos.
-¿Tuvo familia?
-Tengo dos hijas francesasy un hijo venezolano (éste de un primer matrimonio antes de viajar); cinco nietos, dos franceses y tres venezolanos. De mi primera esposa no hablo, es mi equivalente a Londres. Hablo es de Elizabeth, nos separamos porque quise volver a Venezuela y ella se quedó; y de Libia Rodríguez Moreno, mi pareja desde hace años y a quien dedico esta muestra.
-¿Qué lo motivó a volver a Venezuela?
-Es que ese llamado por salir comienza a funcionar a la inversa. Cuando tú tiene dos registros, en mi caso Barquisimeto y París, te sorprendes de que te conviertes en un nostálgico, pero no de sufrimiento, yo no lloro por eso, no sufro (al volver Castillo convivió con sus padres y siguió involucrado en las artes).
Tengo mis recuerdos de París, muy bellos, ahora voy y disfruto muchocomo turista, en un modo hedonista, sibarita, me gusta mucho la sopa de cebolla y voy a comerla en restaurantes de cuatro siglos, donde antes no podía estar. Aquí en Barquisimeto me la como al lado del Obelisco. Yo la busco y si hay, la pido.
–¿En retrospectiva que le quedó de su vivencia en París?
–París me ayudó a comprender a diferentes personas, sus pueblos y culturas. Tengo grandes amigos colombianos, turcos, árabes, judíos. Y en mi casa son así, mis hijas son así, ningún caso de racismo, de xenofobia. Lo importante es tener actitud, ser tolerante y comprender a los demás.
Yo pienso que uno tiene que sacarle provecho a las cosas de la vida; si eres lavaplatos, conviértete en cocinero. Yo no aprendí más de cocina porque el dueño me decía que, si seguía aprendiendo, iba a dejar la pintura por la cocina.