“Estamos frente al agotamiento de un proceso de acumulación que se apoyó en la percepción de un creciente plusvalor internacional y que permitió niveles de consumo y de inversión muy por encima de los que los propios factores productivos internos estaban en capacidad de generar”. Esta cita, que perfectamente podría vincularse a la dinámica económica de 2015, corresponde a un trabajo publicado por Víctor Álvarez que encontramos en la edición de marzo de 1989 de la revista SIC, que edita el Centro Gumilla: “El ocaso de la Venezuela rentista. Nueva estrategia de desarrollo”. El país atravesaba, al igual que hoy, una crisis económica relacionada con el modelo de explotación de la renta petrolera: la época de las vacas gordas se había destinado al consumo e importaciones, y en medio de una caída de los precios internacionales del petróleo (la época de las vacas flacas) ni el Estado ni la sociedad estaban preparados.
Justamente, hace 26 años, como lo hace hoy en sus artículos, Álvarez planteaba como tareas prioritarias diversificar la economía, estimular el crecimiento y desarrollar el país bajo un proceso autosostenido que genere divisas por la actividad del sector no petrolero. El desafío de entonces, y lo sigue siendo ahora, pasaba por alcanzar una dinámica económica que hiciera al país menos vulnerable a los vaivenes de los precios internacionales del petróleo, junto a políticas de desarrollo industrial en diversas áreas que atendieran el mercado interno y que generaran capacidad de exportación, para igualmente romper con la excesiva dependencia de las exportaciones de crudo que exhibía Venezuela (y que sigue exhibiendo hoy).
En ese artículo de 1989, que puede consultarse en la sección de documentación del sitio web http://gumilla.org Álvarez analizaba las tendencias del mercado petrolero internacional. Se había vivido en la segunda parte de la década de los años 80 un auge petrolero, que impulsó de forma importante los precios. La dinámica económica internacional sufrió un nuevo período de reajuste, lo cual colocó al petróleo en baja y con perspectivas, en ese momento, de tasas muy moderadas de incremento; todo esto junto a una expansión de la producción de crudo en un contexto de la pérdida relativa de importancia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Avizoraba Álvarez, y en ello coincidía con la percepción mayoritaria de expertos de ese momento, que el petróleo no tendría un nuevo auge en sus precios. Resultaba inimaginable, entonces, proyectar precios del barril del petróleo por encima de los 100 dólares.
En ese mismo número de SIC, correspondiente a marzo de 1989, Eduardo Ortiz justamente planteaba varios escenarios a partir de los precios del petróleo en un artículo que tuvo por título “Perspectivas económicas del próximo quinquenio”. En ese texto el autor manejaba un escenario de precio alto del petróleo entre 15 y 20 dólares el barril, a lo largo del quinquenio 1989-1994. Debe recordarse que recién había comenzado el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y era un ejercicio razonable plantear escenarios de cinco años, ya que los gobiernos se limitaban a ese lapso.
Finalmente, esos precios bajos del crudo (si se les compara con los niveles alcanzados en el boom del período 2005-2012) no eran sinónimo de una economía sana o mejor manejada. El gobierno de Jaime Lusinchi (1984-1989), por ejemplo, tuvo una inflación acumulada de 251 por ciento y se proyectaba para 1989-1994 un aumento de precios por el orden del 700 por ciento “en el escenario optimista”. El control de la inflación, así como la consolidación de un aparato productivo nacional diversificado, siguen siendo tareas pendientes en la Venezuela de hoy.
@infocracia