La reciente reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) celebrada el 05 de Junio en Viena, como estaba previsto, se centró en la ratificación del mantenimiento de la cuota de producción oficial de la organización, que como sabemos es de 30 millones de b/d. Resolución que se corresponde con el método con el cual se enfrenta el desplome de los precios del crudo, situación que ha generado un estremecimiento en el orden económico y político mundial.
Para buena parte de los analistas del tema petrolero esta ratificación sólo confirma la visión que desde la OPEP manejan el Reino Saudita y sus aliados: forzar por la vía de los precios un descenso de la producción de petróleo no convencional, que pudiera generar un equilibrio en el mercado. Ello constituye, una guerra de precios no declarada en el mercado petrolero internacional.
¿Qué es una guerra de precios?
Se entiende como tal, a una situación en el mundo de los negocios, que describe un estado de intensa competencia entre productores de un mismo producto, en donde ante la eventual pérdida de cuotas de mercado se recurre a reducciones en el precio o a forzar disminuciones en la oferta que incidan sobre los mismos. Se pretende, a corto plazo, sobrevivir en el mercado, enfrentar retos tecnológicos o de distribución.
¿Funciona la guerra de precios?
Como sabemos, el origen de esta controversia es una sobreoferta de crudo que gira entre los 2 y 2.5 millones de b/d. proveniente de fuentes no convencionales, entre las cuales destacan la producción de esquisto en EEUU, arenas bituminosas en Canadá, explotación de aguas profundas en Brasil, más el crecimiento de la producción de países no OPEP como Rusia, México, China, entre otros. Exceso difícil de ubicar en un mundo global caracterizado por un estancamiento de la demanda.
Desde la aplicación en noviembre 2014 de esta estrategia, la producción de esquisto en Estados Unidos ha disminuido por la suspensión de nuevos proyectos de explotación, sin embargo no se ha detenido. Con una producción para abril de unos 9.5 millones de b/d, de los cuales la mitad corresponde a crudo no convencional, los productores estadounidenses buscan tecnologías que permitan abaratar costos, además se han puesto en marcha rebajas fiscales para proteger la industria. Golman Sachs estima, incluso, un aumento de la producción de esquisto de unos 180.000 b/d para el segundo semestre.
Aunque la cuota oficial de la OPEP es de 30 millones de b/d, en abril y mayo, según Blomberg, superó los 31 millones de b/d, buena parte impulsada por ofertas generadas por Arabia Saudita que, a pesar de las cuantiosas reservas financieras ha tenido que enfrentar desequilibrios fiscales, además de liderar una campaña militar contra rebeldes chiitas en Yemen, supuestamente respaldados por Irán, su rival regional. Otros países de la organización buscan rescatar antiguas cuotas de mercado perdidas por conflictos políticos-militares. Así, Irán está renegociando un nuevo proyecto nuclear que levante las sanciones impuestas, y le permita incrementar su nivel de producción, de hasta un millón de b/d adicionales. Irak y Libia, aspiran a algo parecido, si consiguen resolver sus conflictos internos. Antiguos miembros de la organización como Indonesia, también desea mejorar su cuota de mercado.
Fuera de la OPEP, países como China, Malasia, Vietnam han hecho crecer su producción, México ha reformulado sus normativas internas con la finalidad de atraer capital internacional, para fortalecer su producción. En Europa, aunque países como Francia y Reino Unido han prohibido la explotación por el mecanismo del fracking, se han explorado otras posibilidades para la producción de crudos no convencionales por esta vía. Lo mismo se ha planteado en China, Argentina y Argelia.
La realidad hoy
Los hechos nos indican que el mercado está regido por la capacidad productiva de tres países: Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita, los cuales producen un tercio de la producción mundial. El reino Saudita no desea utilizar su capacidad de servir como productor “columpio” para regular el mercado, porque ello significa renunciar a cuotas de producción que serían fácilmente suplidas por cualquier otro productor.
La OPEP, que en 2011 abandonó el sistema de cuotas por países, para ceñirse al juego del mercado, no parece poder ejercer un rol parecido al que tenía antaño. Su cuota en el mercado internacional está en el orden de un 35%, aunque sus reservas probadas son las más grandes del mundo. Aun así no es posible que a corto plazo se produzca un rebote que lleve el precio a 100$. Los países que en noviembre (entre ellos Venezuela) pedían bajar la producción para presionar los precios, hoy se manifiestan conformes con un precio “razonable” entre 75 y 80$/b. Si éste fuera el caso, alentaría a las empresas productoras de esquisto a reanudar sus explotaciones, volviendo a generar sobreoferta.Esa es la dinámica del mercado; así lo expresaba el Oilsands Review en febrero de 2015: “La industria está habituada a las alzas y bajas como parte del ciclo de precios”.
Para lograr el equilibrio del mercado hay que retirar del mismo dos millones de b/d. ¿Quién lo hará? Nadie está dispuesto a perder su cuota de mercado. ¿Se logrará un acuerdo OPEP-Rusia? ¿Se producirá un conflicto en Medio Oriente que impacte el mercado? La guerra de precios apenas comienza. ¿Quiénes podrán sobrevivir? ¿Está Venezuela en condiciones de enfrentarla?