Se cumplieron los pronósticos de los economistas. Llegamos al llegadero, la escasez, el desabastecimiento, la inflación y las colas interminables nos colocaron en el mar de la pobreza colectiva. No hay dólares y quien los quiera tiene que comprarlos en el mercado paralelo, el cual determina que el salario mínimo del venezolano sea menos de 20 dólares mensuales.
Por eso vivimos en un país inestable donde domina el miedo. El Gobierno tiene el miedo del usurpador que no sabe en qué momento tiene que entregar los espacios ocupados mientras que en la oposición existe el miedo de la presa ante el depredador. En Venezuela todo es miedo y eso se respira en los abastos de anaqueles vacíos, en las miradas furtivas que se cruzan los ciudadanos, en las colas de los mercales y debido a la inseguridad, miedo al extraño que nos pregunta una dirección en la calle, al ruido de una moto, al joven de cachucha que nos mira fijo, al uniformado que nos detiene en una alcabala móvil, tenemos miedo, mucho miedo y eso gradualmente, por el principio de acción y reacción, nos está llenando el alma de coraje ciudadano y de la convicción absoluta que todo cambiará.
El Gobierno está en situación de pánico pero no frena sus avances contra la clase media. Ahora le niegan el derecho a la educación universitaria con la implementación del nuevo sistema de asignación de cupos. Estudiantes de promedio de 19 y 20 quedaron excluidos por haber cursado la secundaria en colegios privados, mientras que los egresados de la Misión Sucre, con promedios de once y doce, fueron ingresados sin objeciones. Aquí aplican un sentido igualitario que discrimina al esfuerzo, la inteligencia, la disciplina, para imponer los dictados de un modelo ideológico que le teme al talento.
En Venezuela son muchos quienes simpatizan con el socialismo y seria bien importante dar una discusión profunda y sincera sobre la manera de incorporar algunos de sus principios dentro de un sistema de mercado y con estricto apego a libertades básicas e irrenunciables del ser humano, como es el derecho a disentir, a criticar y establecer relaciones de igualdad legal frente a los gobernantes. Pero al parecer el socialismo al cual aspira el PSUV es al cubano, con seis décadas de libertades conculcadas.
El problema, grave problema, que tiene el Gobierno es que ya el pueblo en su inmensa mayoría está sintiendo las pavorosas consecuencias de este socialismo a la cubana. La ausencia de comida y otros bienes indispensables para la vida cotidiana no son producto un plan macabro de la CIA con apoyo de los oligarcas vende patria con mentalidad mayamera, simplemente que al pretender controlar todas las variables que se entrecruzan en el funcionamiento del mercado, está decapitando los incentivos y con ello paralizando el músculo productivo y comercial del país.
Existen vicios mafiosos y especulativos dentro de nuestro aparato productivo y sus redes de distribución, eso es cierto. Pero estos vicios no se erradican mediante controles y amenazas fiscales, policiales o militares. El Estado solamente puede llegar con su brazo punitivo hasta los empresarios que trabajan dentro de la legalidad, mientras que los vicios en su gran mayoría son practicados por quienes con controles o sin controles, con amenazas o sin amenazas, hacen negocio al margen de la Ley. Los vicios se corrigen aplicando la Ley, la Constitución. No exterminando a los venezolanos que piensan diferente y a los venezolanos que producen riquezas.