A las 3:00 a.m. comenzaron a llegar a los familiares de los privados de libertad al Centro Penitenciario David Viloria, mejor conocido como Uribana.
Estaban acompañados de los niños, quienes querían ver a los suyos, pues el pasado martes los reos se comunicaron a sus casas y dijeron que el sábado podrían recibir la visita de los pequeños, por el Día del Padre que se celebra este mes.
Pasadas las 8:00 a.m., cuando abrieron las puertas del penal para darle entrada a las visitas, los custodios rechazaron a muchos de los niños que estaba ahí desde temprano y no sólo desde Lara sino que viajaron desde diferentes ciudades de Venezuela con la esperanza de ver a su padre, hermano, tío o primo.
Las razones que manifestaron los encargados de la seguridad en la cárcel es que no cumplían con los requisitos que exigían, como la partida de nacimiento, que el infante fuese hijo natural del privado de libertad y un permiso que otorgan en el Cednna.
Otros niños sí pudieron entrar pero alrededor de 300 debieron regresar a sus hogares con la firme convicción de que algún día volverán a compartir aunque sea unos minutos con los suyos.
“Muchos de los niños comenzaron a llorar porque querían entrar, se habían armado de esperanza”, expresó una mujer que llegó desde Naguanagua, estado Carabobo, y no quiso identificarse.
Realmente, la visita de los más pequeños de la casa estaba planificada para el próximo 19 de junio pero como son muchos decidieron adelantarla.
“El martes ellos nos llamaron y nos dijeron que podríamos traerlos pero en mi caso, que traje a su sobrino, no lo dejaron entrar, pero él no tiene hijo”, comento Magdalena Bastardo.
Muchas de las mujeres que estaban afuera de la cárcel, bajo el inclemente sol, lamentaron que ni siquiera les permitieron pasarles la comida que le habían comprado, tampoco los materiales que les llevaron para que realizaran algunos trabajos.
Un gasto perdido
Josefina Verastegui, proveniente de Valencia, estado Carabobo, llegó con sus dos nietos, hijos de uno de los suyos, quien tiene dos años y medio privado de libertad por supuestamente estar involucrado en un homicidio.
“Gasté 600 bolívares por cada uno en pasaje para venir, debimos montarnos en un carrito por puesto para estar a la hora”, comentó la mujer, recostada a una cerca de alambre en un terreno baldío que hay frente a Uribana.
La dama comentó que le llevó comida a su hijo para compartir durante el día “y ver si come algo sabroso, porque eso ahí le dan como si fuese un perro y ha bajado mucho de peso”.
Igualmente invirtió más de 1.500 bolívares en foami y otros materiales. “Con eso él se distrae adentro y me entrega las cosas que hace y yo se las vendo”.
Otra mujer que no quiso identificarse pero que su acento la delataba claramente que llegó desde Maracaibo, dijo que en pasaje gastó 450 bolívares cada uno, llegó con otras tres personas “y no nos dejaron entrar porque no cargamos un permiso, eso no es justo porque a veces hasta quito la plata prestada para poder venir y de esa manera se pierde”.
El niño comenzó a llorar y hasta le suplicó pero la respuesta fue “no”, lamentó la señora.
Humillación
Josefina Verastegui, también se quejó de la humillación que dice sentir cada vez que entra a ver a su hijo, pues según narró la desnudan, la sientan, le revisan todo el cuerpo, las custodias con una espátula le revisan sus partes íntimas, “a la comida le buscan hasta el más mínimo detalle.
Con todo y eso, supuestamente logran pasar cosas que no están permitidas. No entiendo cómo lo hacen”.
Uribana es el castigo
Extraoficialmente se conoció que en el referido penal no están recibiendo privados de libertad, sólo a los que tienen mala conducta, pues hoy día Uribana está catalogada como la cárcel con mayor rigurosidad y donde los internos pudieran mejorar su comportamiento. Por eso ahora la conocen como la de castigo.