Desde antes del amanecer, los tocuyanos comenzaron a festejar en honor a su patrón, San Antonio de Padua, que primero fue de los negros, y también lo han tomado como suyo las solteras.
Pero muchos empezaron la festividad la noche anterior haciendo sonar sus maracas, cincos, cinco y medio, seis, palos, tambores y, por supuesto, los cuatro monteroles o tocuyanos, para acompañar las salves y sones del tamunangue.
Además, en el aspecto religioso, la noche anterior al 13 de junio, con el velorio, consistente de rosario, salve y tonos gozozos, algo que, antes de comenzar a padecer por la inseguridad en el país, se prolongaba hasta la madrugada, pero los participantes, inspirados por la devoción, se levantan temprano para participar en la primera actividad del día.
San Antonio tiene mucha historia que contar, es mucha poesía pueblerina, como escribiría una vez el historiador y poeta Antonio Urdaneta.
“San Antonio es mucho pueblo. Sus gozos en el tamunangue son juegos florales o poéticos. Su imagen se multiplica en las piedras del campo. Cada una de ellas viene a ser objeto mágico. Cada una es una epifanía de valor sideral en nuestro cristianismo cósmico”.
Es digno de destacar que la fiesta en honor a San Antonio dispone de una buena organización desde que, a orillas del río Tocuyo, se formó la primera cofradía destinada a mantener la tradición.
Algunos historiadores la colocan en 1609, en el convento San Francisco, una hermandad de morenos y esclavos, en El Tocuyo.
Desde hace algunos años existe la Asociación Civil Devotos de San Antonio, al frente de la cual se encuentran fieles como María del Valle Alvarado de Rodríguez, “El Pariente” Carlos Yépez, el prefecto José Argenis Torrealba, José Rafael Rodríguez y Marcelino León, entre otros.
De acuerdo a historiadores, San Antonio acostumbraba salir a predicar a los pueblos cuando se encontraba en África, aprendiendo de allí los ritmos alegres de los tambores que llegaron a tierras nuestras con los esclavos traídos por los conquistadores.
Y este sábado, en El Tocuyo, la imagen del santo volverá a recorrer algunas calles y avenidas de la llamada Ciudad Madre, acompañada por los ritmos o sones del Tamunangue, declarado Patrimonio Cultural de la Nación.
Allí, mujeres y hombres mostrarán sus habilidades en el baile de cada uno de los sones, antes llamados negros, La Batalla, La Bella, El Yiyivamos, La Juruminga, La Perrendenga, El Poco a Poco, El Galerón y El Seis Figurado.
Ellas, con sus faldas multicolores y él con su liquilique de kaki, y lo que no debe faltar nunca: el garrote encabullao.
Hay que destacar que si una mujer baila a San Antonio sin la tradicional falda multicolor, incurre en una falta de respeto hacia el santo.
Para conseguir novio
Desde hace años las damas solteras han recurrido a los “milagros” de San Antonio para conseguir novios con quienes formar pareja familiar.
Para ello, en un determinado rincón de la casa colocan una imagen al revés, de cabeza, pues, de lo contrario, no surte efecto la imploración y seguirán solteras.
Se cuenta que la tradición de recurrir a San Antonio para conseguir marido data de la edad media.
De acuerdo a una leyenda, una muchacha de un país árabe recurrió al santo para localizar a su novio que había sido secuestrado por familiares para impedirle se casara con ella.
Luego de orar ante el Santísimo Sacramento del Altar, como le habría sugerido, el joven apareció.
“El problema en El Tocuyo es que los novios que consigue San Antonio son todos borrachos”, diría una anciana.
Por otra parte, el hecho de que San Antonio tenga un niño en sus brazos se debe a un milagro que el Niño Jesús le concedió a San Antonio al haber perdido su breviario.
El libro que lleva en sus manos también tiene su significado digno de tenerlo siempre presente, como es el de la condición de estudioso que le caracterizó hasta ser conocido como El doctor de la iglesia.
Este 13 de junio, en la iglesia San Francisco de la capital morandina, también es tradicional la repartición de los panes entre los feligreses, que nos lleva a recordar, a través de la historia, que San Antonio, quien era un prominente estudiante perteneciente a la aristocracia portuguesa, decidió el camino de la pobreza, el de repartir lo poco que tuviera entre los más pobres, convirtiéndose en un santo popular, de pueblo, como lo sigue siendo hoy, de allí la veneración de los más desposeidos, pero también los de mayores recursos que lo tienen como ejemplo para ser buenos cristianos y hoy salen a caminar y a bailar a su lado.
Es lo que se celebra hoy en El Tocuyo, no sólo de los residentes sino también de turistas procedentes de otras ciudades que acuden a disfrutar de una de las fiestas populares y religiosas más más alegre.
Y, lógicamente, a deleitarse con los platos a base de carne de chivo y las tradicionales y típicas acemitas tocuyanas cuyo sabor se ha hecho inimitable en otras regiones.
Y no faltará quien no pueda evitar unir su voz a los cantos del tamunangue.
Adorar, adorar, adorar, adorar a San Antonio, adorar, adorar, a mi padre San Antonio.