«Nunca fue tan difícil ser joven en Venezuela»

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Fue la frase que leí en uno de esos tantos carteles portados por un grupo de estudiantes, en protesta por los más de 80 presos políticos que mantiene el gobierno nacional a consecuencia de la ola de represión que sacude al país en estos últimos meses.

La frase mencionada, sin duda alguna es expresión de una realidad que más allá de su carácter fatalista debe convocar a la reflexión y a la revisión de nuestro pasado. Porque dando un vistazo a nuestra historia, desconocida por muchos y manipulada a su antojo por las distintas elites que han gobernado el país conseguimos que ha estado marcada por la violencia: las implicaciones de la Capitanía General desde 1777 como institución política y de la conformación de clases sociales y castas que dominaron a los largo de la colonia –incluyendo sus vicios- fueron arrastrados por la república (1830) hasta nuestros tiempos como parte de la cultura política represiva, arraigada en la mentalidad de los venezolanos; la cual, ha dejado en nuestras generaciones denotadas secuelas y heridas que aún permanecen abiertas.

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Una de estas heridas está representada por el miedo construido mediante acciones represivas provenientes desde los centros de poder y todo lo que ello implica: torturas, exilios, asesinatos, amedrentamiento, encarcelamiento, supresión de libertades civiles y políticas. Esta realidad fue padecida también por jóvenes venezolanos desde muy temprana edad y todavía hasta mediados del S. XX, el gobierno de facto de Marcos Pérez Jiménez carga en su cuenta con una gran cantidad de asesinatos que fueron ordenados por él y que hasta la fecha no han sido ni investigados. Cuando mucho, se tiene conocimiento de algunos de los responsables de estos crímenes que actuaron en el centro del país; entre ellos, el ya conocido Pedro Estrada –ex jefe de la llamada Seguridad Nacional. Estos sujetos, actuaron de forma bestial en ciudades y campos como en Siquisique, municipio Urdaneta, estado Lara) donde en 1957 –aproximadamente- el Jefe Civil de nombre Antonio Roldán fue acusado de ser miembro del partido URD (Unión Republicana Democrática) y fue detenido por las fuerzas dictatoriales de este pueblo, encabezada por Cirilo Aranguren. Los gritos de Roldán fueron escuchados por los habitantes del centro de Siquisique ya que aparte de la violencia con la que fuera tratado, fue guindado por sus testículos hasta que finalmente fallece. (Testimonio de Ana Ramos 1914-2014).

Precisamente son este tipo de regímenes retorcidos los que pesan sobre la memoria de la sociedad venezolana como una de las primeras en casos de torturas y de violencia política contra los ciudadanos en toda Latinoamérica junto a Colombia, México, Chile y otros países de Centro América. Sin embargo, ni las celdas, ni las represiones más feroces pudieron con la generación de Arturo Uslar Pietri que también fue joven y valiente. Pio Tamayo también joven y erudito; cuya firmeza y palabras, elevaron el descontento de los venezolanos frente a la dictadura de JV Gómez. Ni las torturas más crueles en los años de Pérez Jiménez, pudieron con un Douglas Bravo o con una Doris Parra de Orellana cuyo heroísmo le cuesta a los cobardes reconocer. Son tantos jóvenes que han actuado en diferentes momentos históricos y que han protagonizado eventos estelares para el bienestar del país, que ni siquiera alcanzaría un artículo de página completa; porque incluiría a los fueron calificados como desaparecidos, cuyos restos de seguro estarán diseminados por todo el territorio nacional. Por lo tanto, en un país con un pasado profundamente militarista como el nuestro no ha sido fácil la lucha por el reconocimiento de los derechos democráticos y humanos de los ciudadanos. Pero esto, contrario a llevarnos a posiciones pesimistas debe llevarnos a unificar fuerzas en función de que nuestros gobiernos ejerzan el modelo democrático que ordena la constitución. El cual ha costado la vida de miles de jóvenes venezolanos de distintas ideologías, pero todos ellos con el propósito común de generar bienestar con justicia social, bajo una institucionalidad democrática adecuada a nuestras condiciones culturales e históricas. Por todo ello, debemos entender que nunca ha sido fácil ejercer la ciudadanía en Venezuela, de allí el valor de los venezolanos.

“El gran enemigo de la democracia es la militarización del pensamiento politico”. Fernando Morán
Marisol Bustamante

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