Para recordar: “Pero el que mira atentamente en la Ley perfecta -la de la libertad- y persevera en ella, y no es oyente olvidadizo, sino cumplidor, éste será feliz en lo que hace” (Santiago 1:25).
En Estados Unidos de Norte América, pasaron varios años para hacerle algunas reformas o enmiendas a lo que se conocía como la “Ley Patriota”. No fue hasta el 02 de Junio, de este año 2.015, que el presidente Barack Obama, firmó lo que hoy llaman “La ley de libertad de los Estados Unidos”, la cual tiene que ver con la vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), para intervenir números telefónicos y escuchar conversaciones privadas.
Aunque nosotros en Venezuela, no entendiéramos cómo algo que era netamente gubernamental y “secreto”, ahora pasa a manos privadas, lo interesante es que: “Se ha vuelto a reabrir el debate sobre la búsqueda del equilibrio entre la seguridad nacional y la libertad y la privacidad de las personas” (http://www.prensalibre.com).
En la Biblia, a la Ley de Dios, se le llama de muchas maneras: Un espejo (Santiago 1:23,24); La Ley Real (Santiago 2:8), la “Ley perfecta” y allí el apóstol la llama, sin pretender cambiar el sentido: La Ley de Libertad (Santiago 1:25).
La excelencia del texto, se observa cuando el escritor dice: “Pero el que mira atentamente en la Ley perfecta -la de la libertad- y persevera en ella, y no es oyente olvidadizo, sino cumplidor, éste será feliz en lo que hace.
¡Qué maravilla! En el cumplimiento de la Ley de Dios, está uno de tantos secretos bíblicos para ser feliz. Y al contrario, antes de sentirse un prisionero, es alguien que vive en libertad. Santiago señala, refiriéndose a los Diez Mandamientos: “El que guarda toda la Ley, pero falla en un punto, es hecho culpable de todos…” (2:10-12).
Por si fuera poco, Cristo dijo que había venido a cumplir y no a derogar la Ley de Dios (Mateo 5:17), y el apóstol Juan cierra con “broche de oro”, las palabras del Salvador, cuando dijo: “He guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor» (Juan 15:10).
Ahora bien, en este mundo tan lleno de pecado y la maldad, que nos envuelve o rodea, podemos preguntarnos: ¿Será que un ser humano malvado, (ladrón, corrupto, criminal, mentiroso), con una u otras de estas características, aunque ande suelto, es más “libre” que un honesto o inocente que esté preso? ¿Quién es más libre, el que guarda la Ley de Dios o el que la viola?
Entonces, quien pone en práctica la Ley; quien la guarda y no anda diciendo que la Ley ha caducado o fue cambiada, “será feliz en lo que hace”. Por lo tanto: El cumplimiento de la Ley de Dios, mide el grado de bienestar, tranquilidad y equilibrio de una persona.
En ese sentido, Elena de White, dice: “Los niños deben aprender que su perfecta libertad está en la sumisión a las leyes de la familia. Los cristianos aprenderán la misma lección: que en su obediencia a la ley de Dios está su perfecta libertad… y, agrega, mientras se reverencie la Ley de Dios en nuestros hogares terrenales, la familia será feliz” (Conducción del Niño, sección IV, cap. 10).
Como referimos, leyes humanas son cambiantes; pero los Diez Mandamientos son eternos y violarlos, trae infelicidad y eso no es libertad. Dicho de otra manera: No es más libre y feliz el que viola Ley de Dios, que quien la guarda.