Las protestas trancando calles es lo más común que ha ocurrido en país, desde siempre. No es lo deseable, pero es la costumbre. Las comunidades cuando su voz no era escuchada, salían a calle y obstaculizaban en tránsito porque era la única manera de ser visibles. Eso ocurrió en todos los gobiernos: adecos, copeyanos, y de cualquier partido. Ahora, el problema es que se han multiplicado, dadas las condiciones sociales, económicas y políticas del país. Prohibir las protestas en la calle para nosotros es como que prohíban la arepa. Eso es algo tradicional, cultural, se podría decir y ocurre porque las autoridades no escuchan los planteamientos de la gente. Si introduces una carta en una entidad pública ni siquiera se toman la molestia de leerla, menos actuar, atendiendo a la petición que estás haciendo.
Es una práctica que se ha convertido en cotidiana y que debe eliminarse, pero no reprimiendo, sino buscando las causas que la originan. Si el gobierno “lee” lo que le están diciendo las protestas, se debe dar cuenta que existe un profundo malestar, impotencia y rabia acumulada por la cantidad de burlas que ha sufrido el pueblo, debido a que no se le ha atendido en los problemas más urgentes como son: la escasez de alimentos, el alto costo de la vida, la pérdida del poder adquisitivo de la moneda, la baja calidad de los servicios públicos incluyendo la educación y la salud, entre otras cosas. Entonces, la protesta constituye una válvula de escape ante tanta indiferencia que han demostrado los entes gubernamentales.
Deseo que cualquier persona haga un análisis retrospectivo y diga cómo se protestaba comúnmente en Venezuela: quemando cauchos, trancando calles y a nadie se había apresado por eso. Se constituyó en una forma válida de presión porque es la única manera de hacer valer los derechos de cualquiera, sea de uno u otro partido. Las comunidades, gremios, estudiantes, empleados, todos protestan violando los derechos de los demás al libre tránsito porque esa práctica fue permitida siempre, entonces ahora, se criminaliza y se encarcela al que protesta, no entendemos. Esa no es la forma de responder ante una necesidad de un conglomerado, la respuesta es eliminar la causa del descontento, trabajar para lograr satisfacer la necesidad por la cual se reclama y en Venezuela se hace de esa manera, porque no hay otra. Enviando cartas, entrevistándose con las autoridades, la gente no logra nada, sino que le mientan. Esa es otra práctica común de los gobernantes: mentir para que el ciudadano se quede tranquilo y espere.
Se debe terminar, ni el gobernante debe mentir, ni el pueblo mendigar. Los derechos están para cumplirse y reclamar ese cumplimiento es necesario cuando a los que ejercen el poder se les ha “olvidado” cómo llegaron a estar en esa posición, quien los llevó a un cargo de representación popular. Se está arruinando el aparato productivo, no tenemos divisas para importar lo que necesitamos porque aquí lamentablemente se produce poco, y todavía nos censuran por reclamar el derecho que tenemos a comer, a tener una calidad de vida digna de nuestras riquezas, eso es incomprensible. Así como es condenable la protesta con quema de cauchos y cierre de vías, es condenable el hecho que no atiendan las necesidades más urgentes del pueblo ¿Quién sanciona a los gobernantes por esa falta? Entonces hay desigualdad, desequilibrio que se tiene que revisar.