Dos documentos, elaborados de manera independiente por el gobernador de Coro y su súbdito español en Carora, reflejan una realidad bastante completa de la inmensa, cotidiana y gran utilidad que indios y pobres derivaban del ágave cocuy: alimento para el ganado, hilos para chinchorros y otros tejidos, ensaladas, sopas o piras, alcaparras, conservas, purgativos y otros medicamentos para heridas o golpes, sustento cotidiano de indios y pobres para lo cual debía ser horneado, no asado como dicen algunos autores, horneado, y un dato que la práctica histórica confirma: su hábitat en terrenos cerranos y temperamento cálido.
Pero lo más significativo: por primera vez, en un mismo año, en dos lugares diferentes por personas distintas se informa que del zumo de las pencas debidamente horneadas se extraía un fino aguardiente del que usaba mucho la gente del común.
Los demás atributos que se le reconocen al Cocuy en estos documentos, también aparecen en muchos de los anteriores pero que de dicha planta se obtenga aguardiente, es en estos dos documentos de 1768 donde por primera vez se registra. Seguramente, no fue ese año cuando se comenzó a producir el Cocuy de Agave pero para este año su ingestión era general por parte de la “gente del común”: indios, pobres, negros.
Es un dato bastante revelador para fijar a partir de 1768 y hacia años inmediatamente anteriores, el comienzo de la fabricación del Cocuy de Ágave posiblemente ya destilado puesto que la existencia de alambiques para la fabricación de aguardiente de caña alcanzaba ya aproximadamente un siglo en todo el país y en territorio centro-occidental, por supuesto.
Tal vez hasta sea posible aproximar más la fecha de estos comienzos de destilación del Cocuy si se recuerda que en el documento de 1765, citado por Perera y por Silva Uzcátegui, todavía se habla del uso del ágave cocuy horneado como simple, común y cotidiano “comida dulce y de sustento”, pero la idea se sugiere sólo como indicio en la investigación del tema.
Siguiendo en el tiempo, González Batista (op. cit. p.51) cita un documento de 1787 en el cual los indígenas del pueblo de Santa Ana de Coro, reclaman tierras que le fueron arrebatadas, mencionando particularmente”…un refugio de una montaña que llaman Cude […], está dicha montaña al lado del puerto de Macama donde hacemos guardia; no nos pueden negar que cortemos el cocuy en tiempo de veranos de necesidad. Y también los blancos no nos pueden negar esta advertencia. Ha de mandar V.A. que no nos nieguen que cortemos Cocuy nosotros los Indios que como dicha montaña está cerca de los hatos de los blancos a veces niegan que […] cortemos Cocuy que ni a los hereges se les puede negar la caridad” (Registro Principal de Caracas. Tierras de los Naturales del Pueblo de Santa Ana de Coro, 1787).
Por la cita no se sabe si estos indios fabricaban aguardiente de cocuy pero con seguridad su reclamo lo hacían porque este ágave, debidamente horneado, era, para su pobreza, el alimento cotidiano que ingerían.
La abundancia de este maguey, no sólo en Venezuela sino en las Islas Canarias fue documentada por Alejandro de Humboldt, quien en su monumental obra Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, se refiere a ella en diferentes capítulos.
Por ejemplo, en el volumen I, p. 132, dice que en Canarias “Por donde quiera están separadas las propiedades por setos formados de Agaves y Tunas”, pero ya en Venezuela, concretamente en la península de Araya, visitando las ruinas de un antiguo castillo español, las describe “aisladas en un monte pelado y árido, coronadas de ágaves…” (Op.cit., p.442).