El Gobierno luce empecinado en decretar el cierre de EL IMPULSO.
Conseguir las bobinas de papel que necesitamos para salir todos los días a la calle, representa una verdadera calamidad, desde que el Estado venezolano, ya saturado de competencias arrebatadas
al sector privado, decidió monopolizar también la importación del insumo, a través de la Corporación Maneiro, ente adscrito a la Secretaría de la Presidencia de la República.
Desde esas oficinas se decide qué medio impreso debe seguir viviendo y cuál no, aparte de todas las demás limitaciones, asfixias económicas y zarpazos judiciales, padecidos por los medios de
comunicación social que, pese a todos los riesgos, se mantienen independientes.
Nuestra situación actual vuelve a tornarse angustiosa, negra,como el fondo de la página sobre la cual insertamos las presentes líneas. Esta semana que se inicia será crucial. La amenaza de interrumpir la circulación vuelve a atormentarnos, puesto que el cuentagotas usado para surtirnos de papel pareciera haberse obstruido, finalmente. Hay una marcada tardanza en atender nuestros desesperados pedidos de papel, y a ese incierto panorama, ya insoportable, ahora se ha añadido el silencio oficial.
El 30 de marzo formulamos ante Maneiro, conforme a sus condiciones, una solicitud de dos gandolas de papel. Aprobaron una, la cual fue pagada un día después de obtener la respuesta. Igual ocurrió con dos gandolas tramitadas el 10 de abril.
Más lamentable aún, luego de cortarnos arbitrariamente el pedido a la mitad, Maneiro optó por no dar respuesta a una solicitud de 144 bobinas de papel (tres gandolas), la cual data del 15 de abril.
La empresa le ha enviado una insistente correspondencia al responsable de la Corporación Maneiro, doctor Hugo Cabezas. Llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos, todas las vías posibles de llegar hasta él, han sido intentadas. No obstante, el único acuse de recibo fue un Twitter, fechado el 13 de mayo, casi un mes después: “En los próximos días hemos de recibir papel, y le venderemos al @elimpulsocom, con la seriedad que caracteriza al presidente @nicolasmaduro”.
Con ese despacho tendríamos asegurada la edición hasta fines de junio. Eso daría margen, aunque estrecho, para esperar un próximo barco, desde el exterior, y regularizar así las solicitudes y envíos de papel.
En la afanosa búsqueda de una salida a este serio escollo, otra alternativa sugerida por la directiva de EL IMPULSO fue la de adaptar la rotativa, que usa bobinas de 50 pulgadas, a objeto de operar con las de 27, puesto que estamos en conocimiento del arribo en fecha reciente de un barco al puerto de La Guaira, con 1.500 toneladas de papel que no coinciden con la medida del ancho requerido por nuestra máquina.
Lo cierto es que mientras vemos que otros periódicos anuncian la ampliación de sus tirajes, surjen nuevos medios impresos, y algunos anuncian con bombos y platillos un incremento en su paginación, a EL IMPULSO no le responden sus solicitudes.
También El Carabobeño pareciera haber sido sentenciado a su aniquilación. El Siglo, de Maracay, reporta que si no cerró el jueves 28 de mayo fue por el auxilio, en gallardo y sostenido gesto que les enaltece, de la Asociación Colombiana de Editores de Diarios y Medios Informativos (Andiarios).
Nosotros, por nuestro lado, tenemos papel hasta el próximo viernes, 5 de junio. Es obvio, ante tanta evidencia, que la responsabilidad absoluta si no aparecemos el sábado 6, recaerá en el único ente autorizado en el país para importar y revender papel a más de 100 diarios.
La discriminación es demasiado visible, descarada, y según la orientación editorial de los medios que no tienen problemas y aquellos a los cuales se les golpea mortalmente, todo obedece a lineamientos específicos. Lejos de entrar en la estéril discusión planteada sobre si el derecho a la vida antecede al derecho a la información, no nos cabe ninguna duda en el sentido de que en nuestro caso se han violado demasiados derechos constitucionales.
La libertad de expresión, el acceso a la información, el libre juego de las ideas, constituyen, en suma, un derecho humano que evoluciona en el mundo moderno y está asociado a la libertad, tanto individual como colectiva. Es herramienta indispensable para garantizar transparencia en la gestión pública y procurar así
la perfectibilidad de las democracias, cada vez más expuestas al escrutinio del ciudadano global.
Hacemos, por tanto, un llamado urgente a la sindéresis. No es justo, ni lícito, ni democrático, que una tradición de 110 años, como la de esta casa editora, con más de 180 trabajadores, penda de los sigilos discrecionales de una cartera burocrática.
Por lo pronto, estamos en manos de Maneiro.