Para quienes siguen de cerca los cambios que se están operando en el escenario mundial desde el punto de vista geopolítico y en la perspectiva de las implicaciones que ellos tienen en el espectro de la realidad y sus diferentes segmentos, analizados en clave de complejidad como suele abordarse ahora, el caso de Cuba es muy interesante.
Si se tomase, por ejemplo, como referencia a China en el ámbito del sistema capitalista y reconociendo sus especificidades como país socialista, el proceso de apertura que se acomete en el establecimiento de nuevas relaciones entre la isla antillana y Estados Unidos, llama la atención y está en la mira de observadores diversos: inversionistas, gobiernos, científicos, organizaciones no gubernamentales, especialistas y legos, por señalar algunos.
Una frase que resume la situación actual de China y el crecimiento experimentado, en boca de uno de sus artífices, Den Xiao Ping, es: “Un país, dos sistemas”, complementada con otra más coloquial, pero no menos contundente y polémica, por el pragmatismo que encierra: “No importa el color del gato con tal de que cace ratones”.
Efectivamente, hay acuerdo en reconocer que los cambios en el gigante asiático dieron comienzo con una política de apertura, “un golpe de timón” que encaró de manera distinta y gradual un conjunto de reformas en sectores claves: agricultura, empresas estatales, sistema de precios, sistema financiero y comercio internacional. El control político del Estado se combinó con la negociación y la desregulación del mercado: “Tanto Estado, cuanto Mercado sea necesario”.
Cualquiera que se acerca a un portal de noticias internacionales no tiene que hacer mucho esfuerzo para darse cuenta que hay un interés inusitado en invertir en Cuba. El reciente Foro Empresarial Cuba-Francia, que incluyó la visita del presidente Hollande, cerró con oportunidades de negocios en diversos sectores de una economía, que requiere 2.500 millones de dólares (unos 2.220 millones de euros) para hacerla sostenible, de acuerdo con los anuncios del presidente Raúl Castro, a propósito del encuentro.
Vale recordar que a finales del año pasado, Cuba presentó una cartera de negocios para captar la inversión extranjera que incluía 246 proyectos para animar su frágil economía, y que en total requeriría de 8.700 millones de dólares (7.728 millones de euros) en sectores como la energía, el turismo, la agroalimentación o la industria.
Al inaugurar un proceso de apertura que cuenta con el apoyo de numerosos sectores populares, el gobierno de La Habana, deja tras de sí una política económica que bajo el argumento del bloqueo estadounidense, resultaba a todas luces negativa para el desarrollo humano sustentable del pueblo cubano.
Las políticas que se anuncian y las medidas que progresivamente se vienen instrumentando, sin renunciar a su condición de país socialista, tomando en cuenta la experiencia oriental, soportan la hipótesis que Cuba anda a la caza de ratones.
