Juan David Carvajal no ha tenido tiempo para celebrar el premio que le otorgó la Red de Sociedades Científicas de Venezuela como un merecido reconocimiento a su larga trayectoria profesional. Sin embargo ha recibido de la gente un montón de felicitaciones, especialmente de sus colegas y del personal que labora en la Fundación que dirige.
Esta institución ya tiene 26 años de una incesante actividad donde se atienden a centenares de pacientes y sirve de residencia a los médicos otorrinos y sus diferentes especialidades. En las instalaciones anexas a Ascardio hay un intenso tránsito de personas, en su mayoría de los sectores más humildes de la población, que buscan el apoyo de hombres y mujeres que dedican su vida a ayudar al prójimo sin esperar recompensas.
-Este es un lugar donde se trabaja sin fines de lucro. Apenas contamos con la colaboración de los pacientes para mantener activa las unidades, y con modestos aportes de la Gobernación del estado Lara, explica este hombre que se graduó en 1974 en la Universidad de los Andes no solamente de médico, es también odontólogo, profesiones que ejerce con igual pasión.
-Y vocación… claro
-Por supuesto. También porque mi padre, que era dentista y fundador de la Clínica Adventista de Barquisimeto, pensó que sería muy de su gusto tener un segundo título, quizás con la esperanza de trabajar juntos en el futuro. Se llamaba José Natividad Cavajal, ya desafortunadamente fallecido, quien dejó en la ciudad un legado que todavía se conserva, explica Juan David, como todos le dicen en su pequeño feudo de Ascardio.
Aunque no le agrada hablar de sí mismo, la conversación con EL IMPULSO se va de un lugar a otro sin ningún orden, pero concluyendo siempre en el trabajo que se realiza en la Fundación Venezolana de Rinología y del Grupo ORL de Barquisimeto, cuna de formación del docente.
Juan David Carvajal casi se sonroja cuando le recuerdo que ha sido un importante conferencista internacional. Su voz y su experiencia ha sido escuchada en casi toda América Latina y en los Estados Unidos, pero tiene un recuerdo muy especial para el doctor Enrique Domínguez a quien llama su maestro en la especialidad y en el humanismo, que debe ser el otro gran título para un profesional de la medicina.
-¿Qué opina del Premio a la Excelencia que le han dado?
-El primer sorprendido he sido yo, porque nunca he trabajado para ganarme premios. Pero agradezco a las personas que tuvieron que ver con la decisión que provoca, por otra parte, una gran alegrìa para mi familia y mis amigos.
En la Fundación creada por el doctor Juan David Carvajal trabajan más de 45 médicos que atienden a unas 350 personas diariamente, aparte de un eficiente personal administrativo que hace todo lo posible para ganar espacios en el edificio donde funcionan.
Evidentemente hay problemas para satisfacer la demanda de servicios de la consulta, cirugía, terapias… pero el presupuesto con el cual se financian no es suficiente si se toma en cuenta que proviene de las colaboraciones espontáneas del público y de la profunda vocación de servicio público que tienen todos los que trabajan en la institución
Tocar las alarmas
Hablando ya de la familia, el doctor Carvajal está felizmente casado con Florángel Tanzi, con quien ha procreado dos hijos: Juan David y Estefanía. Fuera de su hábitat natural es un hombre sencillo, afectuoso al que le gusta viajar y conocer países sin perder en ningún momento las perspectivas de su país.
En ese sentido no deja de expresar su gran preocupación por los problemas que afectan a Venezuela. Y cuando se refiere a la salud de los venezolanos, la angustia se le multiplica en su condición de médico.
-Cuando uno sabe que miles de médicos venezolanos se ha marchado del país en busca de nuevos horizontes para sus vida, todos debemos tocar las alarmas y preocuparnos hasta lo indecible. Es un capital humano invalorable porque se trata de hombres y mujeres que están obligados a velar por la salud de los venezolanos.