Capitalismo Lunar – El valor de la confianza

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Uno de los pilares fundantes de la noción de sociedad, es la confianza. Confiamos en quién conocemos, y en la medida que conocemos, podemos llegar a confiar. Este círculo virtuoso se hace presente en todas nuestras relaciones, desde las más cercanas e íntimas, con la familia y nuestros amigos, compadres y “panas”, hasta las que comprenden el ámbito de las relaciones comerciales, profesionales, gremiales, sindicales, y educativas.

Cómo ocurre con las virtudes, la confianza no se profesa, no se anuncia o promete. Ella surge y se desarrolla con base en nuestras actuaciones, acciones, decisiones, y obviamente se agrieta y va desapareciendo al calor de nuestros errores, omisiones e irresponsabilidades. En todo caso, deberían ser los demás, y no Ud., quien le califique o catalogue como alguien de confianza, o como una persona en la que “se puede confiar”.

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Por lo anterior, la confianza se gana, no se compra, no se alquila. Es una condición que subyace en esa individualísima esfera de nuestra conducta, y de las consecuencias que ella genera en nuestra cotidianidad. Aunque muchos quisieran ir al abasto y decirle al encargado “Mire, deme por favor medio kilo de confianza bien rebanada, por favor”, ello, afortunadamente es imposible.

La confianza, podemos decir, es el pegamento que hace posible mantener unidos y en pie los distintos hilos normativos, culturales, sociales, políticos, económicos, del tejido institucional de cualquier sociedad. Es lógico pensar que cuando falta la confianza, ese pegamento va desapareciendo y el caos, la desconfianza, la ingobernabilidad y el conflicto se hacen presentes.

El amor. La amistad. El ejemplo. La esperanza. Son elementos que generan confianza. Y cuando hablamos de esperanza, nos referimos a la confianza como un deseo, como una expectativa que una persona, o un grupo social alberga en relación a una persona, a un líder, o a alguien en una posición de poder político, social o económico. Esperanza, ese margen que nuestra humana condición le da al otro, a pesar de sus errores, o de alguna falla o acción negativa.

Esta introducción, con intencionado tono reflexivo, nos sirve para intentar entender la coyuntura venezolana, que pareciera aterrizar en terrenos de peligrosa ingobernabilidad, por el caos económico, denuncias a granel de aparentes y terribles vinculaciones de actores del gobierno con actividades ilícitas y de narcotráfico, complicidades, silencios, impunidades, por la indetenible, cancerosa y empobrecedora inflación (o hiperinflación), por las maromas y escalada del dólar paralelo, y esencialmente, por la parálisis que va cundiendo en toda la nación, por este cúmulo de angustias, imposiciones y fracasos que aspiran aún aferrarse al poder.

Si existe algo que al gobierno de Nicolás Maduro se le ha agotado, es justamente la capacidad de crear confianza en muchos venezolanos en su capacidad para gobernar el país. Esta desconfianza lo abarca no sólo a él, sino al modelo político, económico que representa, y que pretende seguir defendiendo e imponiendo, a pesar de su evidente e inocultable fracaso e inviabilidad.

Ello explica porqué las expectativas de algún cambio, de alguna rectificación que no se disfrace en acciones cosméticas, efectivas o electorales, es básicamente muy baja, por no decir nula, el día de hoy. Pero esa confianza también está a prueba, en relación no sólo al liderazgo opositor, sino a todo el liderazgo empresarial, económico, social, cultural, social y religioso, que con escasas excepciones, pareciera no están entendiendo la magnitud y complejidad del momento histórico que estamos viviendo, ni la amenaza que la vocación totalitaria en el poder representa para nuestra libertad, y para el futuro del país. Las elecciones parlamentarias, con todo el ventajismo oficial, con todas las artimañas, con todo el irresponsable e ilegal misterio que rodea su fecha, con toda la experiencia vivida en el pasado, con todos los egoísmos o disposiciones unitarias del caso, representan quizá, una agónica oportunidad.

Ojalá ellos, nosotros, todos, entendamos entonces, el valor de la confianza, y la necesidad de empezar a recuperarla.

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