Siempre he sido un combatiente infatigable en función de contribuir, con mi “grano de arena”, en cuanto a la orientación que requiere el pueblo para comprender el significado del término “unidad”.
En la medida que el tiempo transcurre, menos señales de que algún día, indistintamente de la diversidad de ideologías, opiniones, doctrinas políticas y religiones y razas, los ciudadanos de cada país podrán interpretar la letra y el espíritu de la unidad.
Ninguna nación escapa de un mal que ya parece necesario, según el anormal comportamiento de muchos políticos –más de los que ya tenemos identificados– que, para lograr sus siniestros propósitos, siembran odio, rabia y sectarismo para dividir a los pueblos, luego “pescar en río revuelto” y, finalmente, quedarse al frente de un segmento poblacional, para alienarlo, fanatizarlo y utilizarlo, según los propósitos particulares, personales o grupales.
En Venezuela la enfermedad de la desunión es más evidente que en cualquier parte del mundo. En los últimos dieciséis años la epidemia ha crecido alarmantemente. Pero nadie da un paso al frente, un verdadero atrevimiento para enfrentar a quienes han dividido el país.
Creo que todos los meses y todos los años, son tiempos para descubrir los inagotables beneficios que se derivan de la Unidad en Diversidad, como se dice ahora.
Ojalá que tal estado de conciencia sea alcanzado de inmediato por la clase trabajadora, y se percate de que hace muchos años –siempre los factores de poder lo hacen o lo intentan– son víctimas de la división. Quiero decirles que una cosa es la militancia sindical y otra la militancia política. La primera tiene que ver, específicamente, con las aspiraciones y necesidades de los trabajadores. La otra se relaciona con la organización política del pueblo en general.
Felicito a todos los trabajadores y les dejo esta sentencia: sin unidad nada lograrán sobre lo que aspiran y merecen.