Para los creyentes Jesús fue el orador más grande de la humanidad; con sus discursos tuvo más seguidores que Alejandro Magno, Napoleón y César, seguidores que se han mantenido y aumentado más allá de veinte siglos, más que los seguidores que puedan tener hoy los famosos en Google, Facebook y Twitter.
El buen orador es conocedor de las riquezas del idioma, de la filosofía, de la ciencia del razonamiento compañera del arte de la oratoria; influyen en él la abundancia y buen gusto del estilo que emplea, sus conocimientos adquiridos y también lo que obtenga de la naturaleza que tantos tesoros proporciona.Ornamentos, lirismos y sentimientos bien empleados llegan a los oyentes de manera encantadora.
Una vez empezamos a escuchar un discurso, captamos de inmediato la clase de orador que tenemos al frente. Grandes fueron Platón, Pericles, Demóstenes, Bolívar, Napoleón, Zalamea, Gaitán, Ortega y Gasset etc.
En la política actual venezolana abundan charlatanes en cuyos discursos predomina la chabacanería, el lenguaje del montón, las torpezas. Se captan fácilmente en la repetición de los vacíos discursos sus carencias intelectuales, analíticas, la falta indiscutible de un léxicode altura y de conocimientos. A pesar de esto Venezuela ha contado con grandes oradores como Andrés Eloy Blanco, José Humberto Quintero etc.
Los discursos persuasivos, a menudo cargados de armonía, sobriedad y altura, indiscutiblemente venían de ese estilo único y altitud mental que caracterizaban a Bolívar como un gran orador. Su verbo caudaloso, su fabulosa memoria, la constante lectura, los recuerdos, el rasgo picante, el espíritu de poeta, el manejo de las imágenes, la conciencia de su altura y la confianza de su señorío, su poder y superioridad se debieron, en mucho, al caudal de sus palabras.
Vale la pena recordar los errores que no se pueden volver a cometer, en este momento de crisis y desastres económicos. Esto es parte del famoso “Discurso de Angostura”pronunciado por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819:
“Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni poder, ni saber, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido y ejemplos que hemos estudiado son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerzay por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas. Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.
Recordemos también las palabras finales del famoso discurso de Martín Luther King “Yo tengo un sueño”, cuyas excepcionales dotes de amor, de protesta y de anhelos llaman a la reflexión. Su dominio de la palabra es absoluto, en ella campea la aspiración de vivir en un mundo sin desigualdades, sin odios, mejor, libre y más humano. “Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la última palabra en la realidad. Por eso creo que el bien temporalmente derrotado es más fuerte que la maldad triunfante”.
Voz, tono y lenguaje corporal reúnen el ciento por ciento del éxito de un buen orador. Puede nacer con el don de la voz, el tono y lenguaje perfecto, pero fundamentalmente es la voluntad, los conocimientos, las ganas, la constancia y el esfuerzo lo que lo hacen orador.
“No es el individuo sino la nación lo que es importante. Las palabras solo deben ser usadas cuando es necesario escucharlas” (VijayanMash)