Resumo anterior escrito. El Control de Cambio (CC) es una medida temporal que los países se ven obligados a adoptar en situaciones muy específicas, cuando hay una fuga desmesurada de divisas que amenaza con liquidar las reservas internacionales; en breve, racionamiento en circunstancias de escasez.
El tipo de control adoptado no calza en esa tipología, más bien se aparta del modelo clásico al habilitar canales alternos a CADIVI (dólar permuta, notas estructuradas, el SITME y SICAD), que auspiciaron salidas cuantiosas de capital, con indulgencia oficial. Los resultados de la aplicación del CC son trágicos: fuga de divisas, desabastecimiento, inflación, corruptelas, contrabando, sin embargo, se mantiene vivo.
Subrayo ahora rasgos atípicos. En enero de 2003 hubo problemas de escasez de divisas y salida de capital en un ambiente de libre convertibilidad. Pero ya junio se supera esta contingencia. El chorro de divisas fue tan abundante que en mayo 2004 se decretan reservas internacionales excedentarias, que se trasladan a fondos especiales.
El contrasentido de establecer un racionamiento de divisas en situación de abundancia, acredita la hipótesis que el CC no nace como respuesta a una crisis previa, sino más bien como elemento central de nuevos arreglos que apuntan en dos direcciones: el reparto Ejecutivo de la renta petrolera (no sujeta a reglas) y “la destrucción de los viejos elementos de la sociedad capitalista”, es decir la empresa mercantil y el libre mercado; propósito ocultado para no estropear la cuidadosa construcción de alianzas temporales con empresarios, necesarias para garantizar abastecimiento o bien porque no se quiso traslucir que se avanzaba hacia una politización extrema, incluidos y excluidos del reparto. Aunque sí se declaró que PDVSA era “roja-rojita”.
Las razones para justificar la prolongada vigencia del control de cambio, 12 años contados a partir de 2003 -expuestas por voceros oficiales-, son escurridizas y agresivas. Aun así, constituyen indicio manifiesto de “por donde va la cosa”.
“No es una medida económica, es una medida política”, “si nosotros quitamos el control de cambio, ustedes sacan los dólares y nos tumban”, ha dicho Aristóbulo Istúriz. Presume que la gente quiere irse, está dispuesta a comprar todos los dólares a cualquier precio, para reemprender su vida en el extranjero. El exministro Víctor Álvarez, por su parte, va más lejos: “El control de cambio se ha mantenido no tanto por razones económicas sino porque finalmente se utilizó como un instrumento de dominación política”. Hugo Chávez expone descaradamente en 2010: “Nosotros parecemos pendejos, dándole los dólares a la burguesía, a la pequeña burguesía”. Más que una autocrítica previa al manido argumento de la guerra económica, es apropiación de una herencia común de los venezolanos. El presidente Maduro hace coro: “ni un dólar más para la burguesía parasitaria”. El vicepresidente Arreaza refrenda el legado: “Chávez logró que nosotros nos apropiáramos de la renta petrolera. No la vamos a soltar más nunca, nosotros jamás le vamos a entregar el poder a la oligarquía”. Deja todo al descubierto.
La calificación “instrumento de dominación política”, supone conocimiento real, intención de provocar ciertos efectos sobre “los otros”, impedirles realizar ciertas actividades. Aristóteles diferencia entre dominio y poder. “Dominio es una forma del poder en la que hay roles fijos o funciones; en la que los amos mandan y los esclavos obedecen; donde los roles no pueden intercambiarse: los mismos sujetos desempeñan siempre las mismas funciones. El dominio es el poder despótico”.
El tipo de control adoptado (pudo ser de otro modo) remitió la política cambiaria a una comisión presidencial, CADIVI, contrariando lo dispuesto en la Constitución. Convirtió a PDVSA en proveedor único de dólares y dejó a la empresa privada a merced de una autorización gubernamental para la adquisición de insumos, equipos y maquinaria importada. En la medida que propició tasas de cambio artificialmente bajas, desencadenó un proceso de sustitución de producción nacional por importaciones, con el consecuente daño a la empresa privada. Anuló toda posibilidad de colocar mercancías venezo- lanas en el mercado internacional, clausurando el acceso a los dólares al sector privado por vía propia. Ello transformó productores en comerciantes. Ninguno de estos efectos pudo anticiparse, pues la consigna oficial fue promoción del desarrollo endógeno.
Para cumplir su cometido, el CC se reforma varias veces apuntando a la reducción progresiva de montos asignados al sector privado (empresas y ciudadanos), a medida que crecen los precios del petróleo. En efecto, en 1999 se asignó al sector privado 89 % de las divisas; en 2014 constituyen 54 %. En el caso de los particulares, la suma del cupo de viajero, cupo internet, remesas al exterior, entregas de efectivo se redujeron de 11.200 $ anuales en 2003 a menos de 2.000 $ en 2015. En su tránsito a la estatización total de la economía, el CC explica una situación increíble: escasez de dólares en la potencia energética mundial y sirve para comprender por qué “los otros” de Arreaza no pueden salir del país, ni comprar libros extranjeros.